16 de marzo de 1934.
Hotel Ambassador de Los Angeles.
Sexta entrega de los premios a la excelencia cinematográfica y la primera, en mi opinión, en el que la academia mostró su carácter conservador y poco arriesgado. Porque, vamos a ver, ¿tienes entre las nominadas una película como Soy un prisionero, La calle 42 o incluso Adiós a las armas y se los das a Cabalgata? ¿En serio? ¿Me estáis tomando el pelo o qué?


A ver, que no es una mala película, muy correcta, muy formal, muy académica. La historia de una saga familiar inglesa desde principios de siglo hasta los años treinta. Guión de Noel Coward y dirección de Frank Lloyd, buen director, pero que para mi gusto arriesgó poco en esta película y donde la mayor muestra de personalidad se encuentra en la escena del Titánic. 

Una película correcta, como ya he dicho, muy del gusto de los señores que votan, pero palidece al lado de una obra maestra como Soy un fugitivo (I am a fugitive of  Chain Gang, Melvin Le Roy), drama social que llegó a provocar la reforma de las leyes carcelarias, ejemplo de contundente género negro, biblia para todo el cine de prisiones posterior, diafanidad cinematográfica y narrativa y una película triste y desoladora, un Dostoievski hecho cine puro.


Y sale Paul Muni. Y si sale Paul Muni ya está todo bien.

O La calle 42 (42nd street, Lloyd Bacon), espectacular musical lleno de hallazgos visuales e innovaciones técnicas.


¿Pero Cavalgata, en serio? Si hasta los carteles le dan una paliza.

Bueno, estas cosas pasan. Y pasarán en la historia de los Oscars. Muchas, muchas veces. Lo pero llegará en años venideros.

¿Y qué más dio de sí la ceremonia?

Frank Lloyd gana el premio a mejor dirección por Cabalgata y provoca involuntariamente una de las mejores y más humillantes anécdotas de la historia de los premios.


El premio lo entregaba Will Rogers, uno de los actores más populares de la historia del cine americano (hoy en día no nos hacemos una idea de lo que adoraban a este tipo). En el momento de abrir el sobre soltó algo así como "¡Ven a recogerlo, Frank!". Lo gracioso del tema es que ese mismo año estaba nominado Frank Capra por Dama por un día, y tan convencido estaba de que iba a ganar que fue hasta el estrado. Allí vio que el sobre ponía el nombre de Frank Lloyd y se volvió humillado a su mesa ante, imagino, la sonrisa cabrona de alguno de los asistentes. En su biografía relata con detalle este momento y lo describe como "el más triste y humillante" de su vida.

Algo así debió ser.

El premio a la mejor actriz fue para la inmensa Katharine Hepburn por Gloria de un día; el primero de cuatro. E inaugurando la tradición, paso de ir a la ceremonia y de recogerlo.


Es una película pequeña que si se recuerda es por su interpretación avasalladora y fresca.

El premio a actor fue para el enorme Charles Laughton por su socarrona interpretación de Enrique VIII en La vida privada de Enrique VIII. 


Vi la película hace muchos años y recuerdo que me gustó el retrato bufonesco y desmitificador del rey Enrique. Tendría que repasarla y, bueno, no me costará mucho porque sale Merle Oberon. 

Creo que este premio debería haber sido para Paul Muni, pero en verdad no tengo queja. Charles Laughton me cae demasiado bien.

¿El resto de la ceremonia? Pues premios técnicos a Adiós a las armas, guión para la adaptación de Cukor de Mujercitas o el premio de animación para Los tres cerditos de Disney.

Y 1934 sería el año que el cine americano cambiaría para siempre. El 1 de junio de ese año se implantó el Código Hays con toda su virulencia y la censura destruyó la libertad creativa de los estudios y las moralinas empezaron a campar por su anchas en las películas. Pero de esto hablaremos otro día.

1 comentario:

  1. Genial, sigue con tus crónicas. Muy buena la anécdota de los Franks.

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