"Cantos de súcubo" de Richelle Mead

Cantos de súcubo, Richelle Mead, Editorial Nabla, 2009

Mientras espero que algún día la quinta y sexta parte de Vampire Academy se publique en este país (ya no aspiro a ver su spin-off), mato el hambre de Richelle Mead dando un bocado a una novela que publicó Nabla en su momento. El hambre se apacigua, pero cuando acabo la novela me vuelve y más renovada. Porque ahora no solo quiero VA, sino que quiero más desventuras de este encantador súcubo.

Y mientras con la primera aun mantengo la esperanza de acabarla algún día, con esta segunda sé que ha acabado en ese maldito limbo de sagas de fantasía urbana inconclusas que nunca verán la luz haciendo compañía a las estupendas aventuras de Anita Blake y Cat Crawfield abandonadas en su tercer y primer número respectivamente.

Una súcubo con un trabajo que la hace sentir vacía y adicta al café. Dos muchachos guapetones, problemas con los jefes y un asesino de criaturas fantásticas rondando por la ciudad. Nada original, cierto, pero como siempre, lo importante no es el qué, sino el cómo. Y el cómo lo domina Richelle Mead de maravilla.

La lectura de Cantos de súcubo me confirma lo que ya sabía; Richelle Mead es muy buena. Pero mucho. Construye una de las mejores primeras entregas de una serie de fantasía urbana que he leído. Una buena historia, personajes bien trazados y una excelente forma de narrar (aunque incluye lo que parece ser marca de la autora; esa tierra de nadie en la narración que suele aparecer a principios del segundo acto donde la acción se resiente y parece que haya unas pocas páginas que están porque sí... muy bien escritas, pero porque sí). La historia no es muy original, pero funciona y está bien explicada gracias al humor que destilan cada una de las páginas y a unos personajes secundarios que son algo más que comparsas; definen, complementan y ahondan en la historia. Todos cumplen su función y resultan ricos y bien trabajados. Desde los chicos guapos, hasta la última librera borde o el mejor amigo bocazas.

La novela no se limita a ser una historia de acción, ni una excusa para meter escenas erótico-festivas sin venir a cuento, ni un molesto despliegue de dos personajes jugando a ver quién es más ingenioso que el otro. Habla de amor, de redención, del poder salvador de los libros y de lo raros que llegan a ser aquellos que escriben, de sacrificio y segundas oportunidades. Richelle Mead cumple esa ley de cuidar, mimar y dotar de gran profundidad a sus personajes para que sean un pilar fuerte y consistente para la historia. Una vez tiene esto, mete todos los ángeles y demonios y escenas cachondas que quieras, funcionará.

Pero todo esto no sería nada sin una buena voz narradora y una buena protagonista. ¿Cuántas novelas con buen material de base se han convertido en materia fecal por una protagonista equivocada y mal configurada?

Georgina Kincaid es un gran personaje. No se limita a ser la irritante protagonista siempre activa, guapa y con una réplica ingeniosa en los labios, sino que detrás de esa fachada oculta un montón de capas que hacen de ella un personaje muy profundo y bien hecho. No es solo la fachada, sino que se le da un pasado que explica por qué es como es y reacciona como reacciona. Y es un pasado que define sus actos en el presente. Toda la novela está al servicio de la historia y de la creación de un personaje fuerte (por ejemplo, la referencia al musical de Los Miserables no es gratuita. Richelle Mead no hace que la canción favorita de Georgina sea I dreamed a dream para que el lector vea que conoce el musical, sino porque en medio de un divertido intercambio dialéctico entre dos personas que se atraen, dice algo de la profunda tristeza que lleva consigo el personaje protagonista). .

Y, además, es divertida, ingeniosa y picante.

Resumiendo, Cantos de súcubo es una buena novela de fantasía urbana. Divertida, entretenida, adictiva, algo triste, llena de personajes bien construidos, con una protagonista fantástica y una historia interesante que promete al acabar el libro grandes sorpresas en los próximos números. Lástima que nunca lo lleguemos a ver.


Otras opiniones
Devoradora de libros
Letras y escenas
El rincón de Leyna

"Seguros mortales" de Claudia del Moral. Primera entrega

- ¿Qué no te has enterado? - exclamó Darla con su chillona y picuda voz.
- No. ¿De qué tendría que enterarme? - pregunté intentando conservar la calma. Darla era mi mejor amiga, pero en ocasiones me entraban ganas de apuñalarla con el abrecartas hasta que solo fuera un silencioso amasijo de carne temblorosa.
- ¡Qué fuerte! ¡Pero cómo es que no lo sabes! ¿Se puede saber en qué mundo vives, cariño?
En un mundo gris y aburrido, pensé, pero me guardé mucho de compartir mis sentimientos con Darla. La adoraba, pero era la típica amiga a la que no podía explicar ni tristezas ni pensamientos profundos. Era demasiado alegre para que las nubes de mi melancolía empañaran los dichosos rayos de sol que conformaban su día a día.
- Dime qué ha pasado o no me lo digas, pero sea lo que sea, que sea pronto.
- Pues mira - desplazó su silla hasta mi mesa y adoptó su pose de voy a explicarte algo muy fuerte. A Darla no le importaba detener en seco su trabajo siempre que hubiera un cotilleo, bollería industrial o un hombre por medio. Miró a un lado y a otro y lanzó la bomba -. Han abierto una nueva correduría de seguros en el Paseo Marítimo.
Unos segundos de silencio y una mirada inquisidora esperando mi reacción. Oculté unos latidos de esperanza con el viejo conocido velo de la indiferencia.
- ¿Otra? ¿Sólo eso? - y puse los ojos en blanco.
Darla me miró decepcionada.
- ¡Cómo que solo eso! ¿Te parece poco?
- Ya tenemos suficientes agentes de seguros en Contrades - dije -. Unos pocos más no marcaran la diferencia.
- Primero, significan más solteros en el pueblo con nuevos culos que mirar. Segundo, fiestas locas con desconocidos  Y, tercero, con más hombres correteando por las calles, más posibilidades de que encuentres a uno que por fin, princesa, derrita la celda de hielo que tienes por coñ...
- ¡Qué quieres dec...!
- ¡Señoritas! - una voz fuerte y muy masculina nos interrumpió - enfunden sus garras y compórtense. Esto es una tienda de taxidermia, no las duchas de una prisión.
Quien así habló fue Jared, nuestro jefe. El mejor taxidermista del estado. Alto, guapo, atlético, rondando los cuarenta años y soltero lo que llevaba a decir a Darla que algo tendría para que ninguna petarda le hubiera echado el lazo. Seguro que es un psicópata o lleva calzoncillos con dibujos de personajes infantiles, decía, o peor aún: g-a-y.
Mascullé un lo siento mientras Darla lo trinaba y volvimos a nuestro trabajo. Estábamos en plena temporada alta del pequeño animal de compañía disecado y la asociación de los amantes de los jilgueros querrían tener cuanto antes su ejemplar. Su sonrisa dependía de nosotras. Darla me miró y me preguntó sin voz qué coño me pasaba. Le dije que nada, pero mentía. Sí que me pasaba algo, pero no sabia qué.

Había vuelto a Contrades hacía poco menos de seis meses después de una ausencia de cinco años. Me había ido con veintiún años recién cumplidos a recorrer el mundo y librarme de la asfixia que me provocaba unas calles pequeñas y estrechas que vivían obsesionadas con el mundo de los seguros y que consideraban a los agentes, semidioses. Cinco años viviendo entre Niza y Montecarlo, entre  Florencia y Berlín, entre Igualada y Nueva York. Trabajando en lo primero que me ofrecían; modelo de lencería, jefa de un departamento de investigación biológica, cazarrecompensas, actriz principal en películas artísticas de amateurs universitarios o zorra en un par de vídeos de hip hop.
Siempre de aquí para allá cargando con un físico muy parecido al de mi madre, bailarina y actriz cubana de generoso pecho y fuertes caderas, y con el que debió encandilar a mi padre... al que nunca conocí y tema del que no me gustaba hablar. Soportando este rebelde pelo rizado de un color que, como dijo aquel poeta parisino, recordaba al caoba de los cuadros antiguos. Y unos ojos almendrados y oscuros que ansiaban capturar algo más de lo que le ofrecían este frío mundo.
Cinco años de vagabundeo para volver al punto de origen como un perro con el rabo entre los dientes.Mi madre había muerto en un accidente de jardinería y me había mudado a su casa, una enorme mansión con aire victoriano que se me antojaba demasiado grande y demasiado llena de recuerdos. Un empleo con buen horario y sueldo trabajando de secretaria en Cuerpos eternos, el centro de taxidermía más conocido de Contrades. Y sí, tenía un empleo con futuro y por el que suspiran todas las niñas en el colegio y una buena amiga que hablaba mucho y demasiado alto, pero yo aspiraba a algo más. ¿A qué? Eso es lo que todavía no sabía.

El reloj dio las siete y con ese sonido llegó el fin de nuestra jornada laboral. Darla y yo no habíamos vuelto a dirigirnos la palabra, pero yo sabía que no podríamos estar mucho tiempo enfadadas. Era irritante, exasperante, ruidosa, ridícula, cateta y algo fea, pero pese a esto era mi amiga. Miré como se ajustaba los pechos y no pude evitar sonreír. Ella me vio y también sonrió. Volvíamos a ser amigas.
- ¿Vienes a tomar algo al Duke's? Una cerveza o un moreno cachondo...
- No gracias, prefiero ir directa a casa. Desde hace un tiempo no descanso muy bien...
Esto era un eufemismo para las horribles pesadillas que me azotaban como a una niña mala cada noche desde que había vuelto a Contrades. Espantosos sueños repletos de tonos pastel, música ligera y batir de pinzas y alas.
- ¿Seguro?
- Seguro, Darla. Que te diviertas...
- Lo haré - se mordió un labio y puso cara de perro sarnoso al que habían abandonado a la puerta de un matadero industrial -. ¿Puedo pedirte un favor?
- Dime.
- ¿Me acompañarás mañana a la nueva correduría de seguros?
- Darla...
- Por favor, por favor, por favor - y empezó a gimotear como si se hubiera atrapado el rabo en una prensa hidráulica.
- De acuerdo, pero deja de hacer ese ruido. Mañana a la hora de comer vamos.
- Y que un buen mozo nos tarifique de arriba a abajo - y dando un último grito para dar las buenas noches a Jared salió de la oficina.

A los pocos minutos salí yo y dejé a Jarred eviscerando a un caniche. Me había ofrecido a ayudarle, pero me dijo que no era necesario. El perro es pequeño, dijo, y mi experiencia enorme. Una sonrisa y hasta mañana. Ya había anochecido. En Contrades anochece pronto y la tradición de  mi infancia de reventar a pedradas las farolas los días impares se mantenía provocando que el camino hasta casa fuera un paseo donde las sombras lo cubrían todo. Me encantaba mi vieja casa con sus interminables pasillos, sus tres sótanos húmedos y sus habitaciones cerradas imposibles de abrir, pero odiaba que se encontrara a las afueras del pueblo y enclaustrada entre el viejo cementerio indio, el parque de atracciones cerrado y a un corto paseo del campamento de verano abandonado. Y para llegar tenía que pasar por un laberinto de callejones sucios y malolientes. Era consciente que si iba por la avenida central, tardaba la mitad de tiempo y no tendría que ir sola la mayor parte del camino, pero por los callejones me ahorraba pasar por delante de los bares, las discotecas y las corredurías sabiendo que todo ese mundo de color, risas y diversión no era para mí.

Todavía hoy no entiendo como no pude oírle. Supongo que el hecho de que llevara puesto los cascos escuchando coros belgas ayudó a que no oyera pasos detrás mío, ni los siseos, ni el sonido de una bragueta bajándose, ni las carcajadas delirantes, ni el ruído de una moto contra los cubos de basura o la delirante música de una infernal armónica. En aquellos todo mi universo era mi soledad y mi música. Casi muero cuando un brazo me rodeó la cintura y un cálido aliento acarició mi cabello.
Solté un gritó y una mano fuerte con largas uñas me arrebató los cascos.
- Hola guapa - dijo una voz arrugada y sucia como las sábanas de un motel barato a las nueve de la mañana tras el rodaje de una película porno de tercera -. ¿Qué hace una preciosidad como tú tan sola en una noche tan fría como ésta?
El miedo me atenazó la garganta y no pude emitir ningún sonido. "No soy guapa", quería decirle, "y no me hagas daño, por favor". Sentí como se apretaba más a mí y una lengua larga y bífida me dejaba un rastro de baba por la oreja.
- ¿Sabes qué, guapa? Los vampiros no solo mordemos y chupamos. También adoramos lamer... ya lo descubrirás un día de estos. O esta misma noche.
"¿Vampiro?", pensé. "Es un loco, además de un pervertido y un adicto al piercing extremo, es un loco...".
- Por favor...
- Si la gatita sabe hablar y su voz es de caramelo. Tú y yo vamos a divertirnos mucho.
Me alzó del suelo y me llevó a un callejón sin salida donde solo había bolsas de basura, un par de indigentes durmiendo y una bombilla temblorosa. Me dejó caer al suelo. Las medias se me rompieron y me di un pequeño golpe en una mano.
- No me hagas daño. Por favor... - y alcé la mirada. Ahogué un grito al ver quién estaba delante de mí. No parecía humano. Nadie podía tener esos ojos rasgados y rojos, esa sonrisa que parecía que se la hubiera hecho con un cuchillo una amante desquiciada y esos dientes puntiagudos que destilaban lágrimas negras. Blanco como la nieve y aunque era delgado, se le veía fuerte. Todo él rezumaba maldad.
- Vamos a divertirnos - dijo -. Tengo mucha hambre.
Y se acercó a mí. Los dientes y las uñas le crecieron y todo él desprendió un olor fuerte y nauseabundo que me llevó a aquel domingo por la tarde con cinco años en que abrí la tumba de mi abuela por error.
- Por favor...
- Ñam, ñam... - sus dientes acariciaron mi cuello. Y empecé a desmayarme.
Pero antes de perder el sentido, vi aparecer entre las sombras una figura vestida de negro con los ojos de color miel más hermosos que había visto en mi vida. Me pidió silencio con largo, fuerte, elegante y grueso dedo y vi que en la otra mano llevaba un enorme cuchillo.
Y entonces acabé de desmayarme.

CONTINUARÁ...

"Dos noches" de Ennio Flaiano

Dos noches, Ennio Flaiano, Errata Naturae, 2012

Tenía muchas ganas de hablar de este libro. Por varios motivos.

1. Es el primer libro leído en este 2013.
2. Creo que representa muy bien ese otro tipo de libro del que me apetece hablar en el blog.
3. Forma parte del catálogo de una pequeña editorial que cada vez presenta libros más interesantes y se está convirtiendo en una de mis favoritas.
4. Me gustó mucho.
5. Porque sí.

Un libro que son dos novelas. Independientes entre sí, pero, como dice el propio autor, dos caras de la misma moneda. Dos formas de encarar temas afines (el hastío, el aburrimiento, la creatividad, la literatura, el amor, el sexo...) desde ópticas muy distintas y que son muestra del enorme talento literario de unos de los grandes de la literatura y el cine italiano (no olvidemos que Flaiano era el guionista favorito de Fellini y que suyos son libretos como Las noches de Caribia, Ocho y medio, La noche de Antonioni, El verdugo de Berlanga y otro etcéteras... solo para que os hagáis una idea de quien estamos hablando).

La mujer de Fiumicino es la primera de ellas. Una farsa. Una tragicomedia con más de lo segundo, pero con la tristeza de lo primero. Un protagonista que podría ser el gran Alberto Sordi paseando sus falsos aires de grandeza, su aburrimiento vital, la más absoluta indolencia, su incapacidad para hacer... algo, sus esperanzas en esa novela que nunca escribe y el terror a la página en blanco a la que nunca se enfrenta. Periodista sin vocación, lo mandan a investigar unos presuntos avistamientos de ovnis en un pequeño pueblo playero. Allí vivirá una historia de amor con una impresionante mujer con abducciones extraterrestres y malentendidos culturales incluidos.

Lo dicho, La mujer de Fiumicino es una farsa. Una de esas comedias italianas que bajo su apariencia de argumento tosco y pseudoerótico (el argumento no deja de ser la plasmación de una fantasía masculina de la extraterrestre buenorra buscnado compañía y que se encontraba repetido una y otra vez en los tebeos de la época), se encuentra una mirada irónica, cruel y despiadada de la indolencia además de una sátira sobre la inseguridad masculina. Es una novela divertida, algo absurda (en el buen sentido), caprichosa, irónica y desoladora. Al final, cuando todo acaba, ni el protagonista ha madurado ni el mundo se ha enriquecido y al lector le queda un regusto amargo con el que encarar la lectura de la segunda novela.

Si Adriano no es una obra maestra, poco le falta. Un escritor que se siente cansado y aburrido se lanza a la búsqueda de algo que rompa la monotonía y el silencio. Una paseo nocturno con los amigos, una visita al rodaje de una película que dirige un amigo, vivir una temporada en un pueblo costero, la actuación de un triste grupo de teatro o quitarse el bigote. Y así, sin un argumento definido y plagado de grandes escenas (la mencionada escena de ese grupo de teatro itinerante haciendo su obra azotado por un viento de playa), el lector se sumerge en el día a día de este escritor que busca y no encuentra, y cuando encuentra, se le escapa.

Terriblemente sutil, la ironía más feroz se mezcla con la ternura, que se mezcla con el absurdo, que se mezcla con la melancolía que parece no poder desligarse del humorismo. Serio, pero no demasiado. Divertido, pero sin pasarse.

La lectura de Dos noches ha sido la mejor entrada de año que podía pedir. Dos novelas deliciosas que me han retado como lector y que me dejan con esa sensación temblorosa que solo produce la gran literatura. Y todo acompañado de una gran traducción y la excelente edición a la que nos tienen malacostumbrados los amigos de Errata Naturae. Por libros como éste y por editoriales como ésta es por las que todavía no he perdido la esperanza. Ni como lector, ni como librero.

"Glaciares" de Alexis M. Smith

Glaciares, Alexis M. Smith, Alpha Decay, 2012

Acabadas las fiestas, volvemos a la normalidad.

A veces me sorprendo como lector. Un breve relato (apenas 152 páginas) que tiene varios de los elementos que como animal lector se me atragantan, se convierte en una de esas pequeñitas joyas inesperadas con las que terminó el año. Una historia que de sencilla casi es inexistente; una chica llamada Isabel y un día en su vida. Un chico que le gusta que anda por el mundo herido, una invitación a una fiesta, un gato sin nombre, postales en una caja, muchos silencios, muchas miradas, algunas palabras y una inundación de recuerdos de la infancia.

Glaciares es una hermosa y pequeña novela que de forma tranquila y en apariencia volátil  trata de varios temas de hondo calado; el amor, la reconciliación con el pasado, las heridas del pasado, la aceptación del presente, el dolor sutil y cotidiano de vivir. Todo explicado de una forma en apariencia fría y contenida que se desborda en algunos capítulos anegando al lector. Porque es una novela de sentimientos y sobre los sentimientos. Sobre las barreras que les ponemos para aguantar un día más y las fisuras que encuentran para escapar. Y sobre esto se articula un estilo precioso y preciso que da mucha importancia al silencio y al sobreentendido entre frase y frase.

Es una novela sobre los sentimientos, pero no es una novela ni sentimental ni melodramática. No hay explosión ni exposición ni vómito ni cursilada. Un sutil (todo en esta novela es sutil) humor recorre las página y la autora no abusa de las palpitaciones emocionales de sus personajes. Dentro de ser literatura, es realista. Los golpes solemos llevarlos con tranquilidad y las decepciones, se notan, pero no evitan que sigamos trabajando.

Y vamos alterando capítulos con el día de Isabel y retrocesos a su pasado y recorremos de forma rápida su vida. Y allí encontramos muchas de las claves para entenderla en su presente. Los capítulos del pasado son más poéticos, cargados de simbolismos y metáforas, describiendo la construcción sentimental de nuestra protagonista.

Glaciares es una novela breve y pequeña y está bien que sea así. Más páginas creo que hubiera sido contraproducente porque rompería el sutil (otra vez) equilibrio con el que está construida la novela. Entonces sí que correríamos el riesgo que quedar empachados en los estallidos de Isabel y la novela podría perderse. Pero no ha sido así. La novela tiene la páginas suficientes para emocionar, pero sin que se abuse. Y con un buen final donde la palabra oral toma el relevo y se reproduce en un apartamento los cuentos del Decameron.

Se suele abusar mucho de la expresión "una pequeña joya" aplicándolo a diestro y siniestro. Y a mí, como expresión no me gusta. Pero en este caso no puedo evitar utilizarla. Como lector lo ha sido, porque Glaciares ha sido una novela inesperada que andaba perdida entre la vorágine de las novedades editoriales. Una preciosa novela para los momentos difíciles, para compartir la angustia y sabe que ésta acaba por irse. Una novela pequeña y delicada para compartir.

"Ella escucha. Ambos leen. Se oye el ruido del periódico entre los dos cuando vuelven páginas y las pliegan y evitan con cuidado tocarse. Entonces, se oye el trasiego de los compañeros que llegan; los pestillos que descorren y pisadas. Su mañana ha terminado.
Es hora de despertar, piensa Isabel. Cierra los ojos y respira hasta lo más profundo de sus pulmones.
Quiere que él quiera mirarla."

Otras opiniones
Mademoiselle joue avec son revolver
Libro_génica

Pequeña reflexión

Primer día del año y una pequeña entrada sobre lo que ha sido el año para el blog y lo que se prevé para el 2013. Como siempre que llega diciembre, el ritmo de actualización desciende un poco. Trabajo en la librería, aunque menos del que nos gustaría, reuniones y encuentros familiares, compras de última hora y la tradicional reflexión sobre si merece la pena continuar con el blog un año más.

La respuesta es sí. Así que, lo siento, me tendréis que aguantar un años más.

Y ahora, algunas consideraciones

1. He leído unos 190 y pico libros. El primeo fue Falsos dioses de Graham MacNeill, la segunda entrega de la larguísima saga La herejía de Horus. Divertido, rápido, violento, testosterónico. El último, El camino blanco de John Connolly. Novela negra dura, densa, violenta, pesimista. Casi novela de terror. Y sí, uno de mis escritores favoritos.


2. Entre medio, grandes novelas (Warlock, Hija de humo y hueso, El diablo a todas horas, Mátalos suavemente, Elling, Promesa de sangre, El asombroso Mauricio..., El círculo), estupendas revelaciones (Deus ex machina 2.0), novelas entretenidas (la mayoría), algunas malillas (no vale la pena recordarlas) y la trinidad de novelas infumables que me hicieron peor persona (50 sombras de Grey, La última princesa y Tentación de ángeles). Suerte que el balance positivo de lecturas compensa.

3. La mejor noticia del año es que Claudia del Moral empieza a ser conocida en estos lares y mucho más en el año que empieza. Sobre el día veinte, primera entrega de su nueva novela.

4. Lo mejor del blog no son ni las reseñas, ni las portadas, ni los cada vez menos frecuentes errores de picado. Sin peloteo, lo mejor son las personas que leen lo que escribo y los que a leer, dejan su aportación en forma de comentario. Estoy terriblemente orgulloso de la alta calidad de las personas que leen y comentan las tontás que escribo. A todos y cada uno os debo un café.

5. Este año he tenido mi primer troll oficial; una persona sin mucha vida que se ha dedicado a inundarme de comentarios injuriosos repletos de insultos donde me deseaba los peores males y, lo que es peor, lleno de unas faltas de ortografía que me han provocado un par de dioptrías más, un derrame cerebral y unas ganas terribles de hacerle tragar un diccionario. Por este motivo, porque nadie tiene que soportar sus olvidos de "h", espacios o coherencia lo de la "moderación de comentarios". A mi troll (siempre escondido en ese cómodo Anónimo), gracias. Has animado el blog y no sabes las carcajadas que nos hemos pegado gracias a tus comentarios.


6. Durante el año 2013 se verá un cambio de rumbo en el blog. ¿Motivo? La literatura juvenil se me está haciendo cada día más cuesta arriba. Las novedades que vienen, dejando a un lado las continuaciones de las serias que me gustan, no me interesan. Estamos con los temas de siempre, las ambientaciones conocidas, las protagonistas típicas. Ya sé, ya sé, estoy prejuzgando, pero la primera impresión que me llevo es de poco riesgo y jugando siempre sobre lo que ya se conoce. No hay apuestas, no hay reto. Esto no quiere decir que abandone el género. No. Seguiré leyendo y reseñando, pero en el blog tendrán cabida no solo literatura juvenil o fantástica, sino todos los géneros que voy leyendo a lo largo del año. Porque me apetece hablar de la última novela John Connolly, del ensayo sobre literatura zombi, de la novela pequeña de editorial desconocida sobre una pequeña vida insignificante. Estoy en plena evolución como lector y tengo el cerebro ávido de nuevos géneros, de nuevas experiencias y de retos.

7. Me ronda en la cabeza hacer alguna que otra reseña de alguna de las relecturas que tengo previstas. En las segundas o terceras lecturas, la novela cambia. Más profundidad, más matices, más aburrimiento. Aun tengo que valorarlo del todo.

8. Seguirán las novedades improbables. Y más sorpresas. El blog tiene que reinventarse y redefinirse. Nada de monotonía o lo de siempre. Ni quiero aburrir ni quiero aburrirme.

Y si puedo hacer reír, mejor.

Y creo que ya está. En nada empezamos otro año.

Mis slashers favoritos. Parte 1

Empiezo una de esas entradas por secciones que no acabaré nunca, pero que tanto me divierten. Slasher. Ese denostado (con razón la mayor ...