"Seguros mortales" de Claudia del Moral. Quinta entrada

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- ¿Qué ha pasado, Derrota? - volvió a preguntar Álex mirando a su alrededor. La sangre, la suciedad, el desorden.
- No lo sé... - ¿Qué le podía decir? ¿Qué una especia de monstruo me había atacado en casa? ¿Qué ese monstruo había dicho que le había pagado para atacarme? ¿Que me habían perseguido y que había acabado en esta casa sosteniendo parte de la cabeza de Fred? No me creería. ¿Y podía culparlo? Los monstruos no existían y, además, ¿quién querría hacerme daño? -. Había salido a dar un paso por el lago, oí ruido, me asusté, vi la casa de Fred y cuando entré... fue una pesadilla.
- Pero, ¿estás bien? - dijo arrodillándose a mi lado y envolviéndome en sus enormes y fuertes brazos - ¿Sabes quien ha sido?
Un monstruo que solo existe en las novelas románticas.
- No vi a nadie... unos críos, seguro. Ya sabes como son los niños de este pueblo con sus bromas.
- Entiendo. Lo más importante es que tú estás bien. Luego hablamos - y me apretó el hombro de esa forma tan cariñosa que tenía cuando de pequeño él veía un foto de animales vestidos con ropa humana y rompía a llorar. Es tan humillante para ellos, decía.
Alcé la mirada y lo vi mirándome con una sonrisa en los labios.
- Te he echado mucho de menos, Derro.
- ¿Qué dices, loco? Estoy horrible - dije -. Necesito con urgencia un peine y una ducha.
- ¿Qué dices, Derro? Estás preciosa.
- Bobo - pero no pude evitar que una sonrisa floreciera en mis labios. Parece que a pesar del tiempo, la distancia y el hacha seguimos siendo amigos. Con una mirada busqué un abrazo. Después de todo lo que había pasado, necesitaba un hombro amigo en el que llorar, refugiarme y no pensar en los ojos de Viktor. Álex me entendió sin que entre nosotros necesitara mediar una palabra y abrió sus brazos. Pero ese abrazo que tanto necesitaba nunca tuvo lugar.
- ¿Qué tienes en las manos?
- Oh, esto, es un trozo de la cabeza de Fred. Se le desprendió...
- ¡Dios mío, Fred! Me había olvidado de él. Eres una mala influencia, Derro. Haces que se me olvide mi trabajo - Me dejó sin abrazo para acercarse al cadáver del viejo loco. Todos me acababan dejando siempre -. El bueno de Fred...
Se acuclilló al lado del cuerpo de Fred y le puso dos dedos en el cuello. Frunció el ceño.
- Que extraño... - musitó.
Acercó su rostro al pedazo de nariz que aun se aguantaba en la cara del viejo que me había arrebatado a mi amigo.
- Aun respira...
- ¿Qué? - pregunté mientras hacía una pelota con mi orgullo herido y me lo tragaba.
- Rápido, acércame ese trozo de cabeza que tienes. ¡Fred aun respira! No puede ser... Parece imposible, pero creo que todavía tiene una posibilidad.
Mientras le acercaba la cabeza que antes había estado acunando como la muñeca que nunca tuve de niña, oí como Álex llamaba a los servicios de emergencia pidiendo una ambulancia, refuerzos y una esteticiene. ¿Tan horrible estaba?
- Toma.
- Gracias, Derro.
- Derrota.
- ¿Qué?
- Me llamo Derrota. Nadie me llama Derro. Ya no soy una niña.
- Perdona.
Tomo con mucho cuidado la mitad de la cabeza de Fred que le había dado y la observó con detenimiento. Sabía muy bien lo que Álex estaba intentado hacer. Era complicado, pero era una posibilidad de salvar a Fred de una muerte casi segura y de evitar que su perro se quedará sin dueño.
- Derrota, necesito que tomes a Fred de una de sus manos.
- ¿Cuál? Ambas están sucias. No quiero estropear nada.
- Cualquiera. No importa.
- Contaré hasta cinco y que sea lo que dios quiera.
Con una precisión casi de cirujano, Álex reunió en un solo ser las dos parte de la cabeza de Fred intentando que venas, nervios, cerebro y carne coincidieran. Era complicado porque parte de lo que había sido ese viejo bobo que me levantaba la falda cuando era niña y quería comprarme besos a cambio de caramelos estaba por las paredes, en el suelo o en mi ropa, pero si conseguíamos que la mayor parte de tejido volviera a conectarse, tendría alguna posibilidad. Aunque no lo dijéramos, ambos éramos conscientes de que una operación como esta requeriría una equipo médico especializado y un par de horas de operación por delante, pero no teníamos ni una cosa ni otra. O lo hacíamos ahora, o Fred pronto no sería más que olvido y heces de gusano. Y si conseguíamos salvarlo, quizá no fuera totalmente el de antes y empezara a olvidar el orden de los días de la semana. cambiar el canal del televisor o que el papel higiénico se utiliza antes y no depués, pero mejor eso que vivir con media cabeza sin poder subir a una noria por miedo a que en una vuelta algo brusca se cayera el cerebro. Lo único que me preocupaba era que si Fred se recuperaba, ¿confirmaría mi historia o descubriría ante Álex que había dicho una pequeña mentira?
¿Por qué todo era tan complicado?
- Vale - dijo Álex después de unos minutos -. Conseguido. Mira, Derrota, vuelve a parpadear.
Los viejos y cansados ojos de Fred volvían a abrirse y cerrarse a un mundo del que no quería partir.
- Hola Fred, viejo loco.
- Nimbbbwsaw...
- Ssssh. No hables -. ¿Qué habría querido decir? ¿Qué el monstruo lo había traído yo?
- Derrota, necesitamos aguantarle la cabeza mientras vienen los servicios de emergencia. Quítame el cinturón de los pantalones.
- ¿Qué?
- Necesito que me quites el cinturón.
- Pero...
- Por favor, es la única forma.
¿Por qué Álex me pedía aquello? ¿Acaso quería aprovecharse de mí? A lo mejor he vivido en lugares exóticos y sensuales como Bali o Vilanova del Camí, pero aun seguía siendo una decente chica de pueblo. No pensaba hacerlo. Nunca había tocado a un hombre de cintura para abajo y no iba a empezar ahora. Pero fue una mirada, una simple mirada del bueno de Fred suplicando que le ayudara a acabar sus años en este mundo entero lo que consiguió que me armara de valor, suspirara con fuerza y extendiera mis manos hacia los bajos de Álex.
- No sé si podré, Álex. ¿Y si te hago daño?
- Por favor, Derrota. Confío en ti. Solo tienes que soltarlo. Funciona igual que un cinturón femenino. Necesitamos sujetarle la cabeza a Fred con alguna cosa que impida que se le caiga la cabeza y mi cinturón es la única forma. Te necesitamos.
- Sionfosssss.
Inspiré y busqué todo el valor que llevaba oculto en ese rincón de mi interior que está entre mi corazón y mis pechos, el apartamento de mi albma. Empecé a desabrocharle el cinturón. Tenía razón, era igual que desabrochar uno de los míos. Entonces, ¿por qué estaba tan nerviosa? Lo supe en el momento en que sin querer acaricié un extraño bulto que tensaba sus pantalones de policía. Fue sin querer, una leve caricia con el dorso de la mano, como quien acaricia de forma inconsciente la suave piel de un melocotón en la frutería, pero aquel bulto reaccionó como si a un gatito le hubiera enseñado una paloma herida. Seguí forcejeando con el cinto, pero no cedía y no podía seguir acariciando, golpeando con suavidad, rozando aquel émulo de un perro de las praderas.
Álex gimió.
- Lo siento.
- Derrota - dijo.
- He dicho que lo siento - me disculpé con el rostro lleno de rubor -. Soy una torpe. ¿Te he hecho daño?
Lo mirá a la cara esperando encontrar la decepción pintada en sus ojos, pero solo me encontré con las pupilas dilatadas, los labios entreabiertos y pequeñas gotas de sudor en la frente.
- No pasa nada. Continua. Pero más suave, más tranquila...
Seguí luchando con el cinturón y sin querer continuaba rozando el bulto de Álex, cada vez más grande y redondo. Parecía que algo en su interior estuviera a punto de estallar. Como una gran burbuja de lodo.
- Está muy apretado.
Tiré, forcé, maldije, pero la hebilla no salía del agujero.
- Derrljlksjaaaa
- Ya vamos, Fred, ya vamos - dije.
- No era Fred - dijo Álex en un jadeo -. Era yo. Sigue.
En un último esfuerzo, tiré con fuerza de la hebilla y conseguí abrir el cinturón. Álex lanzó un pequeño grito que concluyó en un largo y lastimero suspiro.
- Ahora - dijo con voz entrecortada -. Pasa el cinturón alrededor de la cabeza de Fred por donde tiene la herida y aprieta con fuerza. Tenemos que hacer un semitorniquete; con fuerza, pero dejando que parte de la sangre circule con normalidad por la cabeza para que le vuelva a regar el cerebro. Así, muy bien. Ahora solo queda esperar que vengan los servicios de urgencia.
Dejamos recostado a Fred en el suelo.
- Te pondrás bien, viejo loco - le dije en un susurro acariciándole con cariño la mejilla.
A lo lejos, empezaron a oírse sirenas.
- Parece que ya están aquí - dijo Fred.
- Qué pena - dije con un suspiro - no hemos tenido la oportunidad de hablar un momento.
- Salgamos fuera. Aun tenemos unos minutos.

Era una noche fría. Intenté envolverme entre mis brazos para atrapar algo más de calor, pero resultó imposible. El tamaño absurdo de mis pechos impedían que pudiera cerrar el abrazo. Me sentía frustrada. Este pequeño contratiempo (sí, pequeño, ¡ja!) fue la gota que colmó el vaso y solo tenía ganas de llorar y refugiarme entre los huesudos y afilados brazos de mi abuelita como hacía las veces que me confundía con un gato y no me echaba a patadas de su regazo. Me sentía tan sola. Entonces sentí como la camisa de Álex se cerraba a mi alrededor. Me arrebujé en ella.
- Gracias.
Hizo un pequeño gesto, como si no le diera importancia.
- Gracias a ti. Por lo de antes.
- Soy una torpe.
- No, has estado muy bien. Muy delicada. Has hecho mucho bien a un hombre. Y has salvado la vida a Fred.
Se encontraba a mi lado, sin camisa en la fría noche, enseñando un poderoso y amplio pecho tapizado con una delicada alfombra de vello. Vaya, pensé, realmente barrilete ha cambiado. Es gracioso verlo así. Con tanto músculo, tanto pelo, tan seguro.
- Así que los rumores eran ciertos - dijo Álex rompiendo el silencio -. Has vuelto.
- Sí, hace meses.
Está guapo, pero no puedo dejar de pensar que dentro de él está aquel niño que se orinaba de miedo cada vez que hacía una imitación de su madre diciendo que o se acababa la cena o le encerraría en el armario con la bruja.
- Estás muy guapa.
- Calla, zalamero, y no seas mentiroso - me senté en el porche -. Estoy como siempre.
- Sí, como has sido siempre - dijo en un susurro mientras me miraba a los ojos. El frío de la noche le daban un brillo especial.
- ¿Y cómo te ha ido la vida, Álex? ¿O deberá decir agente Álex?
- Para ti siempre Álex y lo que quieras, Derro. Perdona, Derrota.
- No me hagas caso. Para ti siempre Derro, estaba algo cansada.
- Imagino que ha sido un golpe muy duro.
- Sí, no te lo puedes imaginar. Tanto ruido, tanta sangre, tanta suciedad. Y lo de Fred también ha sido muy desagradable.
- ¿Me vas a explicar qué ha pasado?
- Ya te lo he dicho. Oí ruido en la finca de Fred, me acerqué y, bueno, el resto es historia - sentía una inmensa vergüenza por mentir al que había sido mi mejor amigo.
- Te conozco y sé que algo me estás ocultado, pero no importa. Ya me lo contarás cuando estés preparada.
- Gracias, Álex.
- Ya vienen los servicios de emergencia.
Dos coches de policía, una ambulancia y una peluquera que trabajaba para las fuerzas del orden para casos de emergencia se pararon ante la puerta de Fred. Álex tomó con velocidad el control de la situación. Pidió una camisa y mando a los polis a que acordonaran la zona y empezaran a hacer cosas de esas con las huellas y todo lo demás. Los dos muchachos de la ambulancia pasaron por mi lado y me sonrieron e incluso oí como uno de ellos decía "has visto qué angel". Estúpidos, siempre encontraba estúpidos que se mofaban de mí. Y la peluquera vino conmigo y empezó a arreglarme el cabello.

Pero a los pocos minutos un nuevo vehículo entró en el jardín de Fred. Se abrieron las puertas y de él salieron tres hombres que con rapidez se internaron en la casa.
Del asiento del conductor salió un cuarto hombre.
Sus ojos me atraparon al primer vuelo.
Eran del color miel más dulce que había visto en mi vida.
No.
Viktor.
Paseó su masculina belleza hacía mí. En vez de mixtura y lisura, lo que en su amplio pecho parecía llevar era todo el aplomo y toda la arrogancia del universo.
- Hola, Derrota.
Esa voz que era un guante de terciopelo acariciando zonas prohibidas que solo visitaba con vergüenza y el señor Dodo, mi hamster disecado preferido.
- Hola.
- No te preocupes. No te pasará nada. Ya estoy aquí.
Alzó su poderosa mirada.
- ¿Quién está al mando? - dijo en voz alta.
Álex salió de la casa.
- Yo.
- Vaya - dijo Viktor con un deje de cansancio -. Tenía que ser usted, agente James.
- ¿Qué le trae por aquí Viktor? Pensaba que el puerta a puerta había dejado de ser una práctica habitual en el mundo de los seguros.
- Tomo el control de la investigación.
- ¿Qué? - exclamó Álex -. No pueden...
- Sí que puedo. Fred Williamson tenía contratado un seguro de todo riesgo con "Seguros inmortales" y según lo que dispone la ley 453/32 de 14 de abril de 2013 la policía no tiene jurisdicción en una investigación si la correduría o agencia de seguros dispone de servicios de investigación particulares. Y este es el caso.
- Pero...
- No hay peros. Dele a mis hombres toda la información que posea. Ahora el caso es nuestro. Usted no pinta nada.
Y sonrió.
En esa sonrisa se concentraba la fuerza, el poder, la astucia y la animalidad.
Y yo... yo...
Vergüenza me dio ser consciente de mis sentimientos, pero por primera vez en mi vida estaba...
Cachonda.

CONTINUARÁ...

6 comentarios:

  1. ese final... ESE FINAL!!! XD
    mucho bueno, mucho, jejeje, ese cinturón que recuerda al de Derek en Mal gusto y sus sesos de gaviota ;) ese rollete con Alex que me molaaaa, no mpuedo evitarlo ni negarloooo y Dodo, Dodo es una imagen para recordar :D
    ains, esto se pone cada vez más emocionante, ¿qué querrán estos vendedores de seguros? ¿serán de esos que nunca pierden un cliente ni pagan una poliza?
    Me muero de ganas de que llega la 6ª parte, espero que Claudia no nos haga esperar todo el verano :P
    un abrazoooooo!!!!

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  2. No se me olvidará facilmente lo de Dodo el hamster disecado xDDDDDDDDDDDDDDD

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  3. "[...] por primera vez en mi vida estaba... Cachonda."
    Bueno, reconocerlo es el primer paso. El segundo es ahondar en ese sentimiento hasta producirnos náuseas o matarnos de la vergüenza ajena, lo que suceda antes xDDD.
    Siento mucha pena por Dodo el hamster disecado. Debe estar traumatizado. Ha visto cosas que nadie debería ver...
    Mira que resuelto Alex. Este debe arreglar huesos rotos con un poco de chicle... Ni Macgyver era capaz de hacer tanto con tan poco xDDD
    Soy muy fan de Claudia. Espero ansiosa la próxima entrega.

    Un besazo a ambos xDD

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  4. disculpen, que paso con la sexta entrega?

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