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Los recuerdos de la noche me golpearon como una toalla mojada en las nalgas.
¡Me había atacado un vampiro!
Pero eso era imposible, ¿no?
Y... ¿cómo había llegado a casa?
Lo último que recordaba era salir del trabajo, cortar por el callejón y... a partir de ese punto todo se hacía confuso. Recordaba a un borracho que se acercaba a mí con amenazas, pero poco más... ¿de dónde había sacado la idea de que me había atacado un vampiro? Era ridículo. Los vampiros no existen y si existieran serían como los de las novelas, jóvenes, guapos, atormentados, sensibles y románticos. No bestias sedientas de sangre... virgen.
Incluso en la soledad de mi cuarto una extraña mezcla de orgullo y vergüenza me inundaba cuando pensaba en esa palabra.
¿Y cómo había llegado a mi cuarto? Aparte las sabanas y salí de mi cama. Llevaba puesto mis boxers de dormir y una camiseta ajustada. No recordaba haberme puesto estas prendas como no recordaba llegar a casa. Con una extraña sensación de inquietud recorrí mi hogar. Los platos fregados, la ropa recogida, los cuadro colgados... ¿Cuándo había hecho todo eso? ¿Cuándo había ordenado todas las fotografías de siete veranos, hecho una tarta de caramelo y vainilla y tejido unas bufandas a los niños pobres?
- Automatismo - dije en voz alta -. A veces hacemos acciones que de tan cotidianas no las recordamos, ¿verdad Señor Pantalones Sucios - le dije a la zarigüeya disecada que hacía las veces de perchero.
Fui al cuarto de baño. Estaba reluciente y recogido. Pues sí que trabajé anoche, pensé. Me quité la camiseta y me contemplé en el espejo. Demasiado grandes. Ahogué un suspiro de resignación y me quité los boxers.
No podía ser... Me quedé sin respiración contemplándome en el espejo.
Tenía el pubis rasurado.
¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Dónde estaba mi selva negra? ¿En qué momento? ¿Con qué? ¿Por qué no recordaba nada? ¿Lo había hecho yo? Y si yo no había sido, entonces, ¿quién? No quería ni plantearme esa opción aunque no dejaba de pensar en unos ojos color miel y una voz profunda y grave me decía que estuviera tranquila.
Me duché a toda prisa y me vestí sin tener en cuenta si esa semana repetía ropa. Salí de casa y me fui al trabajo. A pesar de las capas de ropa, me sentía desnuda. Expuesta. Palpitando. En carne viva. Sentía las miradas de los desconocidos posadas en mis muslos, juzgando. Llegué al trabajo algo aturdida y me enfrasqué en unos informes pendientes sobre nuevos usos químicos para la conservación de las vísceras.
- Pst - chistó Darla - ¿te acuerdas de lo que hablamos ayer, verdad?
- Sí - dije -. Te prometí que te acompañaría a esa nueva correduría y lo haré.
- Correduría Seguros inmortales... ¿suena bien, verdad? Me llamo Darla, señora del agente que trabaja en la correduría Seguros inmortales - me miró esperando un gesto de complicidad por mi parte -. ¿Qué te pasa? Estás muy seria.
- No he dormido bien.
- Pues no lo parece. Tienes cara de que anoche te hicieran un buen trabajo de digitopuntura. Ya me entiendes.
- Sí, te entiendo. Pero ahora déjame... estos informes no se leerán solos.
La mañana pasó sin muchos incidentes salvo las típicas y muy cansinas protestas de grupos ecologistas que disentían con el derecho de todo animal de ser convertido tras su muerte en un práctico y divertido objeto decorativo. Ya estábamos acostumbrados a tener que lidiar con la incomprensión de un grupo de amargados y sus insultos, amenazas y atentados no tenían ninguna influencia sobre nosotros. Terminé con los informes, ayudé a Jasper a destripar una gacela peruana y antes de las cinco ya me encontraba con Darla caminando hacia el Paseo Marítimo.
- ¿No estás nerviosa?
- No mucho, Darla.
- Yo me pongo mala cuando llegan especímenes nuevos... tengo los pezones cantando un aleluya. Espero que están buenos, sean cachondos y les gusten las chicas fáciles.
El Paseo Marítimo. La calle más popular y concurrida de la ciudad. Un lugar lleno de vida, discotecas, restaurantes y corredurias de seguros. Lugares donde pasarlo bien, disfrutar, reírse y enamorarse. Un lugar de la ciudad al que no solía ir porque no era para mí. Además, siempre me había resultado algo deprimente un Paseo Marítimo sin mar. Contrades era la única ciudad sin salida al mar que tenía un paseo marítimo. El antiguo alcalde Vivancos, conocido por su megalomanía y proyectos faraónicos, lo hizo construir en previsión del tan temido cambio climático.
Darla hablaba y hablaba. La sabía nerviosa porque su voz era más aguda de lo habitual y su escote, más bajo. Había tenido mala suerte con los hombres. O la dejaban, o se suicidaban, o estaban casados, muertos o no existían. Solo deseaba que por fin conociera a un hombre que la hiciera feliz. A lo mejor así conseguía callarse diez minutos seguidos. Yo caminaba perdida en mis pensamientos sintiendo como mi piel indefensa se laceraba al contacto con las bragas.
- Pues ya hemos llegado - dijo Darla sacándome de mis pensamientos.
Ante nosotras la correduría Seguros inmortales. Como era de esperar, no eramos las únicas solteras que habíamos ido a curiosear. La recepción de la oficina estaba repleta de mujeres de todas las edades que habían ido a echar un vistazo a los nuevos agentes de seguros que habían llegado a la ciudad. Nos acercamos a la mesa de la recepción donde un guapísimo muchacho nos desarmó con una amplía sonrisa.
- ¿Qué querían, señoritas?
Darla se quedó sin habla perdida en los ojos verdes del recepcionista. Solo podía aletear las pestañas y mojarse los labios con su gruesa lengua.
- Mi amiga Darla viene para le hagan un presupuesto para un seguro de hogar y vida.
- ¿Y usted?
- La acompaño.
- De acuerdo - escribió un número en un papel -. Hoy estamos un poco desbordados. Tengan este número y las avisaremos. Gracias por venir.
Nos alargó el papel. Su mano era grande, fuerte y elegante. La mano de un carnicero con la elegancia de un pianista. Darla suspiró tan fuerte que las bragas se le cayeron al suelo.
Buscamos un sitio libre, pero todos los asientos estaban ocupados así que nos vimos obligadas a apoyarnos en una pared y esperar.
Dos horas de mi vida perdidas entre muchachas histéricas, madres con las fotos de sus hijas y abuelas que cantaban las virtudes de sus nietas. En Contrades no había nada más sexi que un agente de seguros y todas y cada una de las mujeres de la ciudad soñaban desde pequeñas encontrar a un hombre que supiera leer la letra pequeña y llamar a un perito. Yo, que había vivido en Chipre en una comuna de poetas y en San Francisco trabajando de contorsionista, intentaba estar por encima de todo aquello, pero debo confesar que un poco de esperanza sí que aleteaba en mi interior.
- El 197. Pase al despacho tres. - dijo una voz grave que hizo que los pechos de Darla temblaran.
- ¡Por fin! - exclamé -. Venga, acabemos con esto de una vez. Que te tarifiquen y nos largamos.
- ¡Qué nervios! ¡Qué nervios!
Dejamos atrás aquel pandemónium de cazadoras a la busca de un agente y cruzamos una puerta que supusimos separaría la recepción de los despachos.
- ¿Qué despacho?
- El tres. ¿Es que no escuchas?
- Pero, ¿cuántos hay?
Un largo pasillo con despachos a ambos lados.
- Es éste - dije.
- Toca.
- No. Toca tú.
- Vaaaaa...
- Eres tú la que quería venir a pescar marido. Yo solo quería una manta y un documental sobre el pulgón de la patata.
- Estoy tan nerviosa que no sé si sabré llamar bien a la puerta. Por favor... soy tu mejor amiga.
- Eres mi única amiga.
- Por eso, ¿no querrás perderme?
- No me tientes.
Y llamé.
- Adelante.
Abrimos la puerta y ante nosotras, sentado a una mesa estaba el hombre más guapo que habíamos visto en nuestra vida. Rubio, de facciones dulces y suaves, pero sin perder fuerza ni masculinidad. Nos sonrió y con una mano fuerte, delicada y de uñas pulcras nos señaló las sillas que tenía delante. Nos sentamos.
- ¿Y qué puedo hacer por ustedes, señoritas?
Su voz reverberó en el pequeño despacho y en nuestros estómagos.
- Oh, dios mío - murmuró Darla -. Necesitamos con urgencia una fregona... creo que tengo una fuga.
- Mi amiga quiere un presupuesto para un seguro de vida y hogar.
- Entiendo. Por cierto, mi nombre es Jim. Y el de ustedes...
- Me llamo Darla, soltera y huérfana.
- Encantado, Darla - le tendió una mano que Darla se apresuró a envolver entre las suyas y acercarla a su busto. - ¿Y el suyo?
- ¿Yo? Me llamo Derrota Hawkins - dije.
- Derrota...
- Sí, mi madre tenía un sentido del humor peculiar.
- Es un bonito nombre - dijo Jim mientras hacía sutiles esfuerzos para recuperar su mano.
- No, no lo es.
- No estamos de acuerdo. En lengua hipamani, Derrota significa...
No llegué nunca a saber qué significaba mi nombre en una lengua que no conocía porque nos interrumpió un ruido que llegaba desde el pasillo. Golpes y gritos que parecían nacer de una violenta discusión.
- Disculpad - dijo Jim.
Se levantó de la silla, dio un tirón a Darla para recuperar su mano y salió al pasillo. Oímos su voz preguntando qué sucedía. Darla y yo nos miramos y al unísono nos levantamos y abrimos la puerta.
Jim estaba sujetando a una de las mujeres más guapas que había visto por los hombros. Morena, de largo cabello rizado, ojos grandes y mirada dura. Estaba furiosa e increpaba a quien estuviera dentro del despacho siete.
- Eres un hijo de puta y ésta no es la forma en que trabajamos. No me puedes pedir que lo deje. No puedes, ¿entiendes? He nacido para esto y ni tú ni nadie podrá impedir que salga de caza.
- Por favor, calma - decía Jim -. No es el momento.
- Déjame, Jim, déjame. Solo quiere patearle la cabeza a ese hijo de puta.
- Calma, por favor...
Admiraba la furia y temperamento de esa mujer. Su belleza y carácter. Nunca podría ser como ella. Se deshizo de Jim y se dirigió a la puerta. La abrió, pero antes de salir se encaró hacia el despacho siete.
- Esto no acaba de aquí, Viktor. Como que me llamo Mara, esta conversación no se acaba aquí.
Y salió.
- ¿Te has fijado? - preguntó Darla.
- ¿En qué?
- A la chica esa... le faltaba la mano izquierda.
Pero ya no escuchaba a Darla porque del despacho siete salió un hombre. Era, grande, fuerte y muy alto. Su presencia era intimidatoria.
- Jim - esa voz me trajo a la memoria habitaciones destrozadas tras una noche de amor, el sabor del bourbon, manos fuertes marcando a fuego una espalda, palizas en el patio trasero de una prisión, el sudor tras un combate de boxeo... -, ve tras Mara y cálmala. Y cuando vuelva a ser la de siempre dile que vuelva y hablaremos.
- ¿Y mis visitas?
- Yo me encargo. Señoritas - dijo girándose hacia nosotras.
Esos ojos. Tenía los ojos del color miel más hermosos y profundos que había visto en mi vida. Y los conocía.
CONTINUARÁ...
OHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, SÍÍÍÍÍÍÍ, yo quiero ir de cazaaaaaa :D
ResponderEliminarGRACIAS!!!! Nunca me habían inmortalizado en un libro y nada menos que en la opera prima de la gran Claudia :') "la música de la traviatta me embriaga y me meo de gusto en las bragas".
Es que me has matau, la tarde prometía desde que en la tele ha empezado "Quien tiene un amigo tiene un tesoro", el capítulo lo ha eclipsado, estoy que no entro en mí de gozo :)
Y peaso de capítulo, por cierto, ese rasurado me pilló desprevenida y creo que ya ahí se me escapó un poco el pis, con una risotada :D
a twitter vas :P
Mil besos!!!
Creo que esto es una de las cosas más bonitas que me han dicho en toda mi carrera de escritor de tontás... provocar la micción por la risa es un objetivo que todo el que escribe humor persigue. Gracias.
EliminarY me encanta que te guste ese personaje que sí, dará mucho de que hablar en la novela.
Tráeme una fregona xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD me meo! es que está buenísimo!!!! en serio! y lo de que la habían rasurado no tiene precio!
ResponderEliminarsoy TU FAN
Una de las mejores y mayores fans.
EliminarMe alegra muchísimo que te haya gustado hasta la micción.
Sé que no lo escribes tu, pero en cuanto veas a la misteriosa Claudia, le dices de mi parte que me he reído mucho, mucho, mucho. Pero que por favor explique como desenterró el cadáver de su abuela por accidente. Llevaba tiempo esperando que en esta entrega lo desvelara.
ResponderEliminar¿Reído? No es una novela de humor... es para emocionarse, identificarse y sentir que Claudia está hablando de ti.
EliminarHola
ResponderEliminar¡Hum! Se pone interesante la cosa. La transformación de la protagonista y de su casa... bueno, soberbias :D
Un saludo.
Juan.
Es que en esta novela pasarán cosas de mucho misterio... Todo acaba de empezar.
EliminarHola!
ResponderEliminarTe has ganado el premio One Lovely Blog Award. Seguro no te parecerá muy importante, pero es un recurso muy lindo.
Si quieres, para buscar la imagen ve a mi blog:
http://nannybooks.blogspot.com.ar/2013/02/mi-primer-premio-one-lovely-blog-award.html
¡Felicitaciones!
¡Te lo mereces!
Muchas gracias Nanny, me paso por tu blog y me miro en qué consiste. Gracias y me siento contento de que lo que hago por estos lares te guste.
EliminarUn abrazo.
Primero, yo también voy a hacer cola en la agencia de seguros (aunque creo que más bien es una agencia de modelos).
ResponderEliminarSegundo, ¿qué narices les pasa a los novios de Darla? Unos mueren, otros no existen, algunos se suicidan y hay unos tantos que están casados. No sé, yo pienso que Darla aquí oculta algo.
Tercero y más importante...¿qué significa Derrota en hipamani? Me he quedado con la intriga :-o
Darla ha tenido mucha mala suerte en su vida... con lo sanota y maja y habladora que es.
Eliminar¿Qué significa Derrota? Misterios... no lo puedo desvelar todo de buenas a primeras, ¿no?
Claudia se supera a sí misma una vez más xDDDD Es la única capaz de hablar sin tapujos sobre la selva negra de sus personajes, la mayoría solo fingen que no existe xDDDD
ResponderEliminarDarla está más salida que el pico de una plancha. Aquí va mi comentario bestia de la semana: me sorprende que pueda cerrar las piernas.
Me parece muy feo que nadie haya mencionado "Frufrú, el mochuelo disecado de hace tres inviernos que sostenía entre su pico a Don Calcetines, un ratón moteado de tres patas y medio intestino". La carga dramática de el inicio del capítulo recae totalmente sobre él xDD
Como siempre, genial. Me he reído mucho xDD. Espero ansiosa la próxima entrega.
Un besazo,
P.D. Me encanta Mara. Las dos Maras. Soy muy fan.
Claudia va más allá... donde otras autoras se cortan y lo funden todo en un bajo braga Barbie, Claudia se aventura a ver qué hay bajo esa braga y ver las connotaciones dramáticas y emocionales que supone para cualquiera un rasurado inesperado.
EliminarDarla... Darla... gran personajes con muchos matices y calenturas que el lector irá descubriendo.
¿Te has fijado en Frufrú? Ya pensaba que ese símbolo pasaría desapercibido.
Dios, pero qué atento es el "agresor" de esta chica... Yo me pido uno así. El cameo de Mara me ha encantado, no sabía yo de ese carácter que se gasta :P Pero no te perdono que lo dejes ahí. Tienes a todos tus lectores en vilo y es que no podemos ni imaginar quién será el dueño de esos ojazos.
ResponderEliminarYo no sé si disculparme o qué, pero quitando esas salidas de tono que hacen que me parta de risa esta historia tendría todos los ingredientes para estar en mi estantería. Si es que disfruto como una enana, qué le voy a hacer.
Un besote, Jorge y gracias por compartir y hacernos pasar un buen rato en tu blog.
P.S: ¿Señor pantalones sucios? ¿En serio? XD
Por partes,
EliminarMara no es solo un cameo, será un personaje secundario con mucho juego y presencia y si se porta bien a lo mejor tiene su propia trilogía.
Pronto la tercera parte... y hay que dejar al lector con ganas de más y esperando...
Sí, Señor pantalones sucios, un nombre muy bonito.
Y gracias las suyas, como decía aquel. La risa es lo más importante.
Pues ya me dirás...
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