"Seguros mortales" de Claudia del Moral. Séptima entrada

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- Vaya, mira a quién a traído el gato.
- Hola, Darla. ¿Puedo pasar?
- No sé. A mi homecita solo entran las buenas amigas. No me gusta dejar pasar a zorras engreídas que solo buscan arrebatarme a todos los hombres de mi vida.
No había sido una buena idea. Pero Darla era la única amiga que tenía en Contrades y su casa, el único sitio donde podía pasar la noche. Aunque me había resistido, Viktor insistió e insistió insistiendo en insistir que no podía quedarme a dormir en mi casa pese a mi insistencia.
- No insistas más, Derrota - dijo cuando volvíamos a estar en el coche. En el jardín de mi casa, una A invertida de madera ardía como una sonrisa macabra de algo que no sabía sonreír -. No es seguro.
- Pero...
- Hazme caso. Vamos. Mara es nuestra mejor agente. Se encargará de esto.
Mara... Ya volvía a nombrar a Mara, esa preciosidad de pelo rizado y fuerte carácter que había visto aquella misma tarde en su oficina. Algo se removió en mi interior. Como si en mi estómago habitará un kraken que estuviera devorando un pueblo de pescadores.
- ¿Qué significa esa A invertida, Viktor?
- Problemas. Vamos a casa de Darla.

Y allí estaba, con Darla vestida con su pijama de koala impidiéndome pasar.
- No eres bien recibida, Derrota.
- Por favor.
- ¿Sabes qué pasa, Derrota? Que no me gustan las traidoras que apuñalan a sus amigas por la espalda.
- Necesito un lugar donde pasar la noche.
- No.
- No tienes ni idea de lo que he pasado esta noche.
- ¿De lo que tú has pasado? Ja, ¿de lo que tú has pasado, dices? ¡Y yo qué!
Darla era mi mejor amiga y tenía un corazón donde cabría un tuareg perdido en el desierto con su camello, pero cuando se enfadaba tenía un carácter horrible y solía entrar en una etapa vengativa y rencorosa que solía durar entre tres y cuatro meses. En general, siempre que se ponía así es que había un hombre por medio y creía que se lo había quitado. ¡Cómo si eso fuera posible! ¡Qué hombres se fijaría en mí, con estas piernas que no se acababan, esta eterna piel cobriza, estos grandes ojos que parecían lagos bajo la luz de la luna y estos pechos inmensos, exagerados, titánicos y bíblicos que a ningún hombre podían gustar!
Nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos. Los suyos, escrutadores. Los míos, llorosos. Si Darla no me dejaba pasar la noche en su casa, ¿dónde podría ir? ¿Al parque junto los caballeros desarraigados? ¿Al albergue que dirigían las buenas monjitas de Nuestra Señora de las Benditas Manos Palmípedas? ¿A casa de Vik...?
No.
- Por favor.
- Lo siento, Derrota.
- Ni siquiera si se lo pido como un favor personal, Darla -. Viktor emergió de la noche como un cocodrilo salía de su charca dispuesto a deshonrar a un joven doncella sureña. Con paso lento su sinuoso se acercó a la puerta de Darla y sonrío - Por favor, estaría muy agradecido - su lengua parecía estar haciendo el amor con las palabras y éstas salían de su boca húmedas y calientes.
Darla palideció.
- Yo... Viktor... yo... aquí... en mi homecita... y yo sin escote.
Salió disparada hacia su habitación. Las orejas de su pijama botaban en su cabeza y me recordó aquel concurso de televisión donde un koala peleaba contra un león en una piscina llena de yogur de fresa. No pude evitar una ligera sonrisa.
- Bueno, Derrota, buenas noches.
- Buenas noches, Viktor. Yo...
- ¿Sí?
- Solo quería agradecerle todo lo que ha hecho por mí. No lo merezco.
- Usted merece esto y mucho más.
Lo intenté, de veras que lo intenté, pero no pude ver ni un asomo de humor en sus ojos o en su boca. ¿Lo decía en serio?
- Gracias - dije. Sentí que mis mejillas querían explotar de rubor.
- Buenas noches - y alargó su mano para acariciar la mía. La aparté con un movimiento brusco. No quería que me tocará.
No.
Eso era falso.
Cada milímetro de mi aburrida piel cobriza anhelaba el contacto de sus dedos caminando sobre ella, palpando, ahondando en sus misterios, buscando mis absurdos pechos y...
Suspiré.
- ¿Ocurre algo, Derrota?
- No, Viktor. Nada. Buenas noches.
- Buenas noches.
Y se fue con el paso seguro de un elefante que ha encontrado el rastro de su presa. Con esos pantalones que le marcaban un cul...
¿Qué me pasaba? ¿Por qué pensaba esas cosas?
Entré en casa de Darla y cerré la puerta. Suspiré y reprimí las lágrimas. Mi vida se estaba descontrolando. Ya casi no la reconocía. ¿Qué había pasado? Hasta hace dos días no era más que una chica feucha y solitaria que mataba sus noches viendo autopsias japonesas y componiendo sonetos. Y ahora... intentos de asesinato, amenazas, violencia sin sentido, agresiones a amigos queridos y lo que era peor, unos extraños sentimientos que nacían con forma de calor en el estómago y que subían y bajaban.
Y no eran ardores.
Los ardores no se transformaban en agua que me arruinaba la ropa interior y me empapaba las piernas. Volví a suspirar y me dije que ya estaba bien.
- Ya está bien, Derrota - susurré -. Deja de pensar en efluvios, campos, cañadas e hierba fresca y recupera tu vida.
Y esa vida empezaba por Darla. Me paseé por su pequeño apartamento. Era agradable y coqueto. Discreto. Lleno de koalas. A Darla le gustaban los koalas. De todas formas, colores y tamaños. En todas partes. De peluche, de fieltro, de goma, de latex, en vasos, platos, esculturas, dibujado en pañuelos, en dildos, en su sofá koala, cuadros y reproducciones. Colapsando todas y cada una de las paredes. Caras de koala en papel maché y fotos de koalas disfrazados de bailarinas o payasos. Darla adoraba a los koalas y cuando se ponía romántica y hablaba de cómo era el hombre de sus sueños siempre decía lo mismo.
- Como un koala. Fuerte, salvaje, violento, territorial y dominante como un koala.
En el fondo, Darla era una romántica.
- Viktor - la oí llamar desde su habitación -. ¿Te has librado de Derrota? No te lo quería decir delante de ella, pero desde que conoció a aquel coro ruso en sus defecaciones no dejan de aparecer larvas y... - salió de su cuarto vestida con un pijama que en otros países se conoce como tanga para gigantes, una larga tira de tela que le cubría con dificultad unos pezones como cacerolas y el... el... potorro -. Ah, eres tú. ¿Y Viktor?
- Se ha tenido que ir.
- Oh... - su mirada decepcionada y triste me agrietaron el corazón.
- Lo siento, pero me ha dicho que...
- No importa, Derrota. No importa. Quédatelo. Soy demasiado mujer para él y él... él...
Ahogó un sollozo.
- Darla.
- ¿Cuándo aparecerá el koala de mis sueños? ¿Cuándo? ¿Cuáaaaaando?
Corrí hacia ella y la abracé. Mi pequeña e insoportable amiga. Pese a su olor corporal, la quería mucho. Abrazándola con dificultad por culpa de mis pechos, recordé el día en que nos conocimos. Fue la noche del Baile de los Agentes, una noche que casi todo el mundo espera con ilusión y ansías porque cuentan que es mágica, pero que a mí me recuerda lo poco que soy y lo sola que estaré siempre.

El Baile de los Agentes es el acontecimiento social por excelencia de Contrades. Es un baile lleno de luz, música, risas y belleza que se remonta los fundadores de la ciudad y conmemora la llegada de los primeros agentes de seguros a la ciudad y primeros solteros. Como las jóvenes casaderas del lugar se peleaban entre ellas por conseguir tan buenos partidos, se decidió organizar un baile donde se subastaba a los agentes solteros. De esta forma se evitaban los baños de sangre y los corazones rotos. Con el tiempo, el carácter matrimonial se fue perdiendo, pero se conservó la fiesta y la subasta. Ahora era una forma de recaudar fondos para las viudas de los agentes de seguro que murieron en acto de servicio, y para que las chicas suspiraran por conocer al agente de sus sueños.
Nunca íbamos al baile. Mi abuela decía que no era para nosotras y nos quedábamos en casa toda la noche viendo viejos vídeos de cuando ella era joven y feliz y no vivía esclavizada por una niña que le pedía comer una vez al día.
 - Tu madre, decía, malditas sean sus tetas por dejarme atada a una ridícula mocosa como tú.
Cuando se quedaba dormida con una botella de ginebra entre los brazos acariciándola con un cariño y amor que me partía el alma de envidia, me escapaba de casa y me escondía en el parque que había delante de la biblioteca, que era el lugar dónde se hacía el baile aprovechando que la biblioteca de Contrades solo tenía tres ejemplares y uno de ellos estaba repetido. Algo había que hacer con tanto espacio y se convirtió en salón de bailes. Y allí, escondida entre las hojas, veía entrar a tanta mujer hermosa y coqueta, y tanto hombre apuesto y gallardo y suspiraba por ir un día, bailar y conocer a ese agente de seguros que vería más allá de estos ojos.
La primera vez que fui al baile fue al poco de volver al pueblo y de que enterráramos por segunda vez a mi abuela. Entré tímida con un espantoso vestido de noche que había encontrado revolviendo entre la ropa que mi madre había dejado en casa cuando se marchó. Era largo, de semi cola, negro, ajustado marcando las curvas de mis caderas y mis pechos y con un pronunciado escote en forma de uve que se transformaba en unos sencillos tirantes. El vestido dejaba media espalda a la vista y lo completé recogiendo en un sencillo tocado mi largo pelo. Algo sencillo y discreto que no atrajera miradas que pudieran reírse de mí. Entré en el baile y me dejé maravillar por las luces, la música, la belleza de todos aquellos que reían, bailaban y se enamoraban a mi alrededor. Sentía algunas miradas de pena recorriendo mi cuerpo y pensé en huir, pero decidí ser fuerte. Me oculté en las sombras, cerca de la ponchera, admirando a los bailarines y sabiendo que todo aquello no era para mí.
A las dos horas, la orquesta dejó de tocar un animado chachachá y un simpático vejete apareció en el escenario para anunciar que empezaba la subasta. Chillidos de animación por parte del público femenino y entraron una docena de agentes de seguro solteros que eran lo más cercano que habíamos visto a los dioses griegos. ¡Qué gallardos y arrogantes eran! Las pujas empezaron y al poco empezó a oírse una voz más alta que las otras, una voz aguda y picuda que semejaba el taladro de un dentista violando a una urraca que lanzaba al aire cifras y alaridos de "mío, ese es mío, pero qué bueno que está el joputa, aquí, aquí, ven a conocer el país que hay más allá de los labios", pero que parecía no conseguir a ninguno de los solteros. Siempre, en el último momento, una chica decía una cifra más alta y esa voz se quedaba a las puertas de agarrarse al brazo de un joven agente de seguros que le susurrara al oído las más pecaminosas tasaciones de vehículos.
La puja terminó y, por fin pude ver de quien era la voz. Era una chica joven, de mi edad, bajita y vestida con un cuerpo que se adivinaba bonito, pero que parecía perdido en un enorme vestido rosa con escote palabra de honor que me recordaba al algodón de azúcar que se comían siempre los otros niños cuando miraba de lejos las ferias.
- No es justo - decía mientras se alejaba -. Romualdo era mío. No soportáis a mujeres con personalidad.
Se acercó al ponche. Se inclinó sobre la ponchera y sorbió un buen trago.
Se restregó los labios con el antebrazo y se subió el escote. Miró a su alrededor y me sorprendió mirándola con una sonrisa en los labios.
- ¿Y tú qué miras, zorra?
- Nada, lo siento.
- No te he visto en la puja.
- Es que no creo que tenga ninguna oportunidad de cazar a uno de esos guapos agentes - confesé -. Prefiero mirar.
- Ya - se acercó a mí -. Me llamo Darla.
- Derrota.
- ¿Derrota?
- Sí.
- Es bonito.
- Gracias.
- ¿Sabías que en lengua hipamani Derrota significa...? - a nuestro lado pasó un guapo camarero que me lanzó una sonrisa -. ¡Por las tetas de la virgen!, ¿has visto que culo tenía el camarero? Bufff, teniendo ese culo te aseguro que con mi lengua y un bote de miel le hago ver la realidad en cinemascope.
Me miró con una amplia sonrisa y ajustándose el tanga.
Darla. Mi primera y única amiga.

Y meses después estaba en su casa, abrazándola, viendo como sus lágrimas y mocos me ensuciaban el vestido.
- Tranquila, cariño - le decía con voz entrecortada. ¿Por qué nadie me consolaba a mí? - Tranquila. Pronto llegará tu osito australiano.
Poco a poco su llanto se convirtió en un hipido. Nos sentamos en el sofá y hablamos como hacía tiempo que no lo hacíamos. Ella desahogó su pena y su soledad quejándose de que los hombres no le hacían caso y que las pilas eran cada vez más caras. Yo le expliqué lo que me había pasado ese día mientras ella lloraba mi pena. Solo me callé que habían intentado agredirme en mi casa. No me creería. ¿Quién querría hacerme daño? Hablamos y hablamos y no dejé de explicarle nada salvo mis ensoñaciones y la atracción que sentía por Viktor pese a que estaba segura que algo me ocultaba. Hable y hable y no pude dejar de hacerla partícipe de las sospechas que despertaba Álex.
- ¿Barrilete sospechoso? ¿Ese? - dijo Darla -. Pero si era incapaz de rebotarse cuando sus hermanas lo cubrían de sangre de cerdo y lo arrojaban en medio de la plaza, ¿cómo va a hacer daño a alguien ahora? Es ridículo.
- ¿Verdad?
Hablamos y hablamos hasta que el sueño nos venció y decidimos irnos a dormir. Darla abrazó a Mister Trompetero, su koala de peluche que la acompañaba en sus sueños y se fue a su habitación. Salió al momento y me arrojó una manta.
- Toma Derrota, para esta noche. Puedes tumbarte allí. Entre la chaise-longe y el sofá estarás cómoda.
Apagó la luz. Me tumbé en el suelo y esperé con los ojos abiertos a que el ángel Morfeo bajara del cielo y me acariciara con su rabo mágico los ojos otorgándome el don del sueño. Este día de locos había acabado. Fin. Mañana volvería a la normalidad.
Me dormí.
Y soñé.
Y de ese sueño solo recuerdo los ojos horizontales de una cabra mirándome fijamente y una voz que repetía una y otra vez Alteza, Alteza, Alteza.
Una cabra.
Una niña.
Una morsa.
Y una A invertida ardiendo en mi vientre.
Me desperté entre gritos y convulsiones con Darla encima de mi abofeteándome.
- Deja de gritar, Derrota, joder, que no me dejas dormir.

CONTINUARÁ...

15 comentarios:

  1. YEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEESSSSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    Thank You.

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  2. Claudia agradece mucho el entusiasmo y sabe que esta entrega no te defraudará. Quizá hay menos acción de la esperada, pero el retrato psicológico es magistral. Uno no verá igual de nuevo a Darla.

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  3. Larga ha sido la espera, pero como siempre Claudia no nos defrauda, me he leído esta entrega en un suspiro. ¡Quiero leer más!

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    1. Pueden caer imperios, abrirse los mares, escupir fuego las abuelas, pero Claudia siempre se mantendrá serena, eterna y pasional.

      Pronto.

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  4. Jjajajajajajajajajajajajajajajaajjaajajaj el mundo de los koalas xD me desorino.
    tienes chistes tan finos que omaigad a mi no se me habrian ocurrido

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    1. Sí, la sutilidad por encima de todo. Darla es sutil, elegante y fina. Igual que sus comentarios.

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  5. ¡Por las tetas de la virgen! Claudia se supera con cada nueva entrega. Dile por favor que necesitamos saber cómo sigue la historia, sobretodo lo de la morsa en sueños. Me ha dejado loquísima.

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    1. Claudia es una experta en sacudir las emociones de sus lectores, provocar vahídos y nauseas.

      Pronto la nueva entrega y te aseguro que no volverás a ver igual a una morsa.

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  6. OH SÍÍÍÍÍÍÍÍ, hoy llevo un día horrible, pero esta cerecita me alegra la noche :D me lo he zampado con ganas, lo he disfrutado a gustooooooo y solo puedo decir: MÁÁÁÁÁÁÁÁÁSSSSS!!!!!!!!!!! porque no sé si podré soportar vivir así, hora tras hora, sin saber qué significa Derrota en hipamani.

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    1. Me siento honrado, feliz y contento que esta traducción de la infinita y apasionante obra de Claudia del Moral haya servido para cerrar con un buen par de risas un día de mierda.

      Más, pronto. Al igual que la escena en que la agente Mara mete hostias como panes...

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  7. Una muy buena amiga me dice siempre que parezco un koala, porque adoro dormir... Ahora ya nunca me volveré a reír cuando me lo diga, sino que pensaré en Darla y en... que parece una psicópata de esas monadas. Seguro que le han puesto una orden de alejamiento los del zoo.

    Me encanta <3 Así debían ser las novelas románticas xD

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    1. Siempre puedes hacer un cosplay de Darla con su pijama favorito. Y Darla es un personaje muy complejo, con muchos matices y recovecos y problemas legales.

      Esperemos que pronto las autoras de novela romántica empiecen a sentir en su obra el influjo de Claudia. La literatura no volverá a ser igual.

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  8. Lo de Darla llamando zorra a alguien debe ser la explicación práctica de ese refrán: "Le dijo la sartén al cazo..." xDD
    Iba a decir muchas cosas, pero la imagen de Darla en un tanga de gigantes me ha traumatizado demasiado, así que mi mente ha borrado automáticamente todo recuerdo asociado xDD
    "- ¿Sabías que en lengua hipamani Derrota significa...?" ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué significa? Claudia es muy cruel.

    Genial, como siempre <3

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    1. Darla es un personaje muy complejo y de una gran sutilidad psicológica... en serio... ¿por qué me miras así?

      Claudia es la reina del suspense lingüístico sobre lenguas desconocidas. Nadie es mejor que ella.

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  9. Al entrar por primera vez en el blog dejé un comentario y ahora veo que erré en mis cálculos, dado que Claudia no es comparable con nadie, es una musa de la literatura moderna y hay que adorarla. ¿Cómo he podido vivir sin leer ninguno de sus libros hasta ahora? Sus historias son fantásticas y evocan en mí maremotos de chocolate derretido en grandes piedras como limones de mazapán. Es cuanto tengo que decir. Eso y que por amor al arte, esto debe continuar, que ya veo que lleva un año de parón y a este paso nunca sabré lo que significa Derrota en lengua hipamani.
    PD. Tanto Claudia como Jorge tienen una nueva fan de las fanses de verdad.

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