Por trece razones, Jay Asher, ed. Ambar, 2009
Per tretze raons, Jay Asher, ed. Estrella Polar, 2009
No es muy habitual encontrarse dentro del panorama juvenil una novela que verse sobre suicidio. Se habla de enfermedades, de maltratos, de soledades, pero el suicidio es un tema que no se suele tratar de forma directa. Es uno de los grandes tabús y más dentro del espectro adolescente.
Por eso sorprende una novela como Por trece razones que habla del suicidio de forma directa, clara y contundente. Su principal narradora está muerta. Se suicidió. Pero, ¿es ésta pues una novela que sobre suicidio y los suicidas? No. Es una novela sobre los prejuicios, sobre el miedo a los demás, la incomunicación y la cobardía, tanto ante los demás como, y más importante, ante uno mismo.
Pero, ¿de qué estamos hablando? Clay recibe una mañana un paquete que contiene siete cintas numeradas y un mapa de su ciudad. Al poner la primera en un viejo radiocassete oye la voz de Hannah Baker. No puede ser. Hannah Baker murió hará un par de semanas. Se suicidó. Y Clay asiste al relato que Hannah hace de las treces razones que le llevaron a tomar la decisión de desaparecer de ese mundo. Trece razones y trece personas que ella considera responsables de su muerte. Y si Clay ha recibido esas cintas es que es una de esas personas. Y poco a poco, mediante la voz acusadora, irónica, juguetona y triste de Hannah, Clay descubrirá todo un mundo bajo la aparente corrección de su instituto y llegará a conocer muy bien a una antigua compañera de instituto. Y, lo que es más importante, hará un viaje por su interior, se planteará cosas, se enfrentará a miedos y también le pondrá cara a sus propios fantasmas.
Por trece razones fue una de las mejores sorpresas de la temporada pasada. No soy muy dado a la literatura de cariz realista porque era la que me hacían leer en los primeros años de insituto supongo por esa tontería de que me sentíría identificado como joven lector y vería reflejados mis problemas de adolescente (¿a quién se le ocurrió pensar que me sentiría identificado con aquella historia de chica idiota que se lía con su gilipollas profesor de matemáticas? ¿O aquella otra de chico insufrible y su coqueteo con las drogas que ojalá le hubiera dado una sobredosis en la página quince para ahorrarnos todo el resto?). Siempre he sentido una alergia muy sana a la literatura adolescente realista porque desde siempre me pareció escrita por adultos que no entendían a los adolescentes y que querían convertirme en lo que ellos querían. Y que me adoctrinen porque sí y a la descarada, siempre me ha cabreado.
Al crecer y dejar la adolescencia, seguí con esa manía y, la verdad, poca novela realista consumo. A veces hago alguna excepción y confirmo lo dicho antes. Aunque a veces me llevo sorpresas muy agradables. Por trece razones es una de ellas. Es una novela que está bien escrita, es interesante, toca un tema poco tratado en la novela juvenil. Y lo trata sin melodrama, sin sentimentalismos y, sobre todo, con sentido del humor. Sí, de acuerdo, ácido, negro e irónico, pero tiene humor. La historia que relata Hannah es dura (estamos hablando de suicidio), pero Hannah intenta distanciarse y se vuelve juguetona, faltona y cruel con los que está escuchando. Sabe qué decirles para que se duelen, qué los humilla y, en ocasiones, qué los consuela.
Como lector me cae bien Hannah Baker y me duele que esté muerta.
El otro receptor es Clay, uno de los receptores de las cintas de Hannah y los oídos del lector en esta historia. Clay no entiende porqué Hannah le ha enviado las cintas, qué ha hecho él para provocar que Hannah se suicidara. Es por medio de los pensamientos, los paseos y los recuerdos de Clay que como lectores iremos componiendo el mapa y el puzzle. Porque Jay Asher es lo suficientemente inteligente y hábil, y considera que sus lectores son inteligentes y hábiles, para convertir a Clay no solo en receptor, sino también en actor. Clay, desde su profundo dolor, discute con Hannah, pone en duda sus juicios, relativiza y se enfada. Hannah no estaría muerta si hubiera hablado, si hubiera pedido ayuda. Aunque claro, eso es muy difícil. Tanto pedirla como darla.
Porque quizá lo que mató a Hannah no fue lo le hicieron o vio, sino lo que mató a Hannah fue lo que no hizo. Los silencios destruyen. Y quizá la culpa de los otros fueron las omisiones, la excusa de "no lo sabía" y el miedo a los demás, a esa presión social del instituto de ser conocidos, freaks o la gran e inmensa masa anónima y olvidable. La horrible etiqueta.
Una buena novela que sabe tratar un tema espinoso con elegancia, pero sin rehuir la mirada directa. Una novela sobre los silencios, la incomunicación, los prejuicios, las barreras que nos imponen desde fuera, sino sobre todo las que nos imponemos nosotros. Que al final son las que duelen y acaban matando.
Yo tengo este libro encargado, a ver cuándo me llega, que estoy deseando leerlo.
ResponderEliminarBesos
Creo que es una novela que te puede gustar muco, Izzy. Es dura, divertida, tierna, áspera... todo a la vez y mucho más. Espero leer tu reseña o que me cuentes qué te ha parecido.
ResponderEliminarBuena reseña Jorge!! No tenía muy claro qué hacer con este libro...pero después de leerte creo lo voy añadir a mi lista de deseos ;)
ResponderEliminarBesitos!!
Y si no Nessie, siempre puedes ir a una biblioteca. Pero si quieres comprarlo, piensa que esta semana Ambar ha sacado una edición de bolsillo. Mal editada (no existen margenes), pero más barata, eso sí. La novela creo que es estupenda.
ResponderEliminarDefinitivamente, esta novela no es para mí, o no por lo menos en el momento actual. No me apetece sumergirme en un drama de este tipo, pero veo que la gente que lo lee parece satisfecha.
ResponderEliminarLana, si no es el momento, pues no es el momento. No creas tampoco que es un drama de esos descarnados. Me gusta porque todo está controlado, porque no es melodramático.
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