Ante el espejo, Veniamin Kaverin, automática editorial, 2013
Vamos a dejar una cosa muy clara antes de meternos con la reseña/comentario, Ante el espejo me ha parecido junto con Boston. Sonata para violín sin cuerdas de Todd McEwen, también publicado por Automática Editorial, de lo mejor que he leído este año y con seguridad lo mejor que habré leído antes de que se acabe.
Esto quiero que quede claro porque lo que sigue no es una reseña objetiva y mesurada fruto de una reposada reflexión mientras degusto una copa de vino, acaricio a mi gato y observó un mapa mundi buscando el próximo país para desestabilizar, sino la pura expresión de la misma dicha y gozo que me embargaron cuando leí Knockenstiff, La feria de la vanidades, Warlock, Dioses menores y muchos etc. La conciencia de estar leyendo algo grande. Y es una conciencia que va más allá de si el libro es bueno o no o del simple placer lector e intelectual que uno pueda extraer de la lectura. Me refiero a esos libros que sacuden, golpean y noquean al lector en múltiples niveles y convierten la lectura en algo personal que te acaba definiendo y...
Que alguien me pare, por favor. Con todo ese rollo (algo cursi) del principio solo quería decir que escribir esta reseña / comentario me resulta difícil por la cantidad de impresiones que me ha dejado esta novela. Porque en según qué lecturas hacemos, cuesta mucho diferenciar lo personal de lo literario.
Los jóvenes Liza y Konstantín se conocen, se escriben cartas, se enamoran, se separan de forma casi irremediable y siguen escribiéndose cartas y más cartas y más cartas durante años, una guerra mundial, una revolución en Rusia, el periodo de entreguerras, la pobreza, el exilio... No hay un argumento definido. Es un pedazo de vida.
Ante el espejo es una historia de amor epistolar. Una novela basada en las cartas reales que se cruzaron el matemático Pável Aleksándrovich Bezsónov (Konstantín en la novela) y la pintora Lidia Andréyena Nikanórova (Liza). Kaverin coge estar cartas cruzadas entre 1910 y 1932 y, como se dice en el prólogo de la novela, "ejerciendo el derecho de novelista", corta, completa, manipula y refunde el material del que dispone, mezcla ficción con realidad, reconstruye y da voz a los periodos de silencio y acaba componiendo una novela basada en la vida de dos jóvenes rusos a los que tocó de pleno esa antigua maldición de vivir en tiempos interesantes.
Así ante nosotros se despliega una historia de amor íntima, pequeña y sin importancia que adquiere matices de universalidad gracias a que los tiempos cambian, pero los seres humanos permanecen. Pero este intercambio de cartas no llega a ser tal, porque en su mayor parte se compone de las cartas que Liza envía a Konstantín. Esto convierte el intercambio en un monólogo y el lector se ve impelido a completar las cartas, adivinar qué ha pasado, redactar la respuestas e imaginar qué ha pasado entre ellos, por qué Liza está tan feliz, triste o enfadada. Una propuesta estimulante que hace de la lectura algo vivo. Y más cuando contamos con un personaje como Liza Turáyeva, vivo, completo, complicado, complejo, adorable y fascinante. Una mujer con el sueño de ser pintora y a quien ni las personas ni la propia vida impedirá cumplir su sueño. Asistimos a su esperanza, ilusión, lucha, miedos, decepciones, terrores, abandonos, pobreza, esperanzas y volver a ilusionarse. Historias de amor, decepciones y amistad. Y como lector sentimos y palpamos cada gramo de ilusión y esperanza. Liza es un personaje vivo, real, sentido y pleno retratado con la habilidad del buen escritor. Y sí, ando un poco enamoriscado de ella.
Pero Ante el espejo no es sólo una historia de amor que pueda evocar en el lector a Breve encuentro o en una pirueta temporal a algunas películas de Wong Kar Wai, sino que es también una historia del exilio ruso tras la Revolución, el retrato desde la base del periodo de entreguerras, una retrato del arte pictórico del momento tanto ruso como europeo, un ejemplo de la constitución de París como meca y paraíso y la posterior decepción de la realidad, un esbozo de la situación de los matemáticos y científicos en el período de entreguerras, etc. Y además no deja de ser una reflexión sobra la historia, sobre el arte de contar, sobre el arte de narrar y, por tanto, de mentir. Sobre el arte y la forma de encararse a él.
Ante el espejo es una muy buena historia y novela. Uno de los libros que más he disfrutado este año a muchos niveles y que me han resultado intelectualmente más estimulantes y más duros, en un terreno más personal.
¡Qué reseña! Transmites más que pasión en cada palabra. Sobre el libro, lo tengo por aquí (culpa tuya, por lo que comentaste en Facebook), aunque todavía tardaré unas semanas en empezarlo porque sigo con otro ruso, Tolstói.
ResponderEliminarMe ha encantado lo que nos cuentas de Liza, creo que a mí también me va a fascinar su personaje. En fin, me parece una propuesta muy atractiva, tanto por lo que tiene de interesante (me encantan los libros sobre la primera mitad del siglo XX, esta parte de la historia me parece impresionante) como por ser un pedazo de vida (aunque esté reconstruida por un escritor, que por cierto me parece una idea excelente para que el lector disfrute al máximo).
En fin, ya te contaré qué me parece. Y sigue descubriéndonos joyas desconocidas, por favor.
Es que el libro me ha apasionado... y la reseña se queda corta y coja de todo lo que me ha aportado la lectura de esta novela.
EliminarLa verdad es que las historias ambientadas en entreguerras no suelen interesarme... tengo ciertas reticencia y problema con las novelas "históricas" (ya sé que quizá propiamente no lo sean, pero ahora no encuentro el adjetivo adecuado), pero "Ante el espejo" es muy diferente. La forma en que esta contada, el cómo... y unos personajes que creo se escapan de lo manido. Espero que la leas pronto y me cuentes. Creo que te gustará mucho. Mientras la leía pensaba aquello de "a Cristina esto le encantará".
¿Y qué tal la experiencia con Karenina? Para mí fue una lectura fascinante. La leí durante una semana de verano hace ya... uff... creo que veinte años... por favor... veinte años... disculpa que no siga, me voy a acurrucar en un rincón para recuperarme.
Karenina me tiene entusiasmada. En realidad, una de las cosas que más me gustan del libro es que se narran las vidas de varios personajes, es mucho más que la historia de un adulterio (y lo mismo sentí con "Madame Bovary". Es una lástima que la idea general que se asocia a estos libros sea tan simple). Me encanta la trama de Levin, por ejemplo, y cómo combina los temas sentimentales con debates sobre la época (campo-ciudad, etc.). Y además es entretenidísima; me arrepiento de no haberla leído antes porque me imponía su extensión. Me parece una de esas pocas novelas de las que se puede decir que son "perfectas" sin sonar exagerado.
EliminarHablando de Tolstói, ¿qué tal es "Guerra y paz"? ¿Y sabes algo de los relatos que publicó Alba (ahora también le estoy cogiendo el gusto al relato...)?
Todo Tolstoi es bueno así que sin miedo con los relatos. "Guerra y paz" es agotador. Es un viaje apasionante, pero duro. Y, en ocasiones, algo aburrido. Piensa que te encuentras con páginas y páginas y páginas de estrategia militar, de movimientos de tropas, de historia pura y dura. Ahora, claro, los personajes, las relaciones, la psicología... maestro. Coge los temas de campo/ciudad, espiritualidad, religión, moral que aparecen en Karenina y profundiza en ellos. Sí, más.
EliminarY con los clásicos suele pasar eso. En cuento uno se pone a leerlos se da cuenta de que todo lo que había oído de ellos no era exacto. En esas dos novelas el adulterio es solo la excusa para explicar algo mucho más grande. En el caso de Tolstoi, una historia espiritual. En el de Flaubert, un despliegue de técnica literaria que muy pocas veces se ha visto repetido. Son libros que no se pueden reducir a un tema. Recuerdo que siempre me habían advertido sobre la dureza de "La montaña mágica" y cuando la leí me encontré con una novela densa, larga, pero de fácil lectura... y muy irónica. Ese palo del que me hablaban no lo encontré por ninguna parte.
Ah, y desde aquí aprovecho para recomendarte en plan fan que leas tanto "Rojo y negro" como "La cartuja de Palma" de Stendhal. Creo que son de las novelas decimonónicas con las que más he disfrutado, amén de ser dos pedazos de obras maestras como pocas. Stendhal es uno de los mejores.
Y los relatos de Chejov, claro. Y Henry James, sin duda. Más los relatos que las novelas. Y Flannery O'Connor y Eudora Welty. Y Foster Wallace.
Vale, pues entonces me dejaré "Guerra y paz" para más adelante y de momento buscaré otros clásicos. De los que me recomiendas, tengo "La cartuja de Parma" comprado por tu recomendación, aunque todavía no sé cuándo caerá (los próximos clásicos que leeré seguramente serán de Virginia Woolf y Thomas Hardy, que también los tengo por aquí).
EliminarDe relatos, me apetecen mucho Chéjov (este me lo pido seguro por mi cumple, que me he enamorado de la edición de Alba), Flannery O'Connor y Eudora Welty. También me llaman la atención Katherine Mansfield y Katherine Anne Porter. Con Henry James tengo una anécdota curiosa: hace años leí unos cuentos en edición bilingüe que publicó un periódico, y casualmente los que más me gustaron fueron los suyos, a pesar de que entonces ni me sonaba y los leí sin esperar nada especial. Tengo que leerlo en serio.
Por cierto, ¡qué gusto poder hablar de libros así...! :)
Ojala se pudiera conseguir por aqui, en serio porque le tengo ganas xDDDD
ResponderEliminarEste libro te encantaría. Ojalá lo encuentres. Existe una edición de Planeta del año 1972. A lo mejor en alguna librería de segunda mano o por internet lo podrían comprar. Ahora, la edición que ha hecho Automática es estupenda. Al igual que la edición.
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