Mis slashers favoritos. Parte 1

Empiezo una de esas entradas por secciones que no acabaré nunca, pero que tanto me divierten.

Slasher.
Ese denostado (con razón la mayor parte de las veces) subgénero de terror donde un tipo con máscara mata a jovencitos en un campamento, en un bosque, en un edificio, de paseo por la ciudad, en una fiesta de pijamas, en un parque infantil, etc.
Personalmente adoro el género. Me divierte y me encantan sus códigos, reglas y estructura. Y me encanta la idea de que todo en él sea una copia. Todo slasher copia a otro slasher que copia a otro slasher que copia a Halloween. Variaciones de un mismo tema. Explotación de lo que funciona y llevarlo al extremo. En el slasher todo es una referencia (consciente o no) y esto es divertidísimo. Es sorprendente como en la "edad de oro" del género se quemó de forma tan rápida. En los ochenta se rodaron más de trescientos slashers y el género reventó solo. Claro que pervive, pero no es lo mismo. Y aquí no habla la nostalgia. Odio la nostalgia. La nostalgia mata.

Voy a comentar mis slashers favoritos. Sin orden de preferencia, ni orden cronológico ni orden alfabético. Como me vengan. Y será una lista abierta porque cada semana veo alguno nuevo y siempr encuentro algo que me divierte e incluyo,

Empezamos.


Viernes 13. Parte VI, Tom McLoughlin, 1986

Adoro esta película. La frescura, el tono paródico, Jason convertido, ahora sí, en una imparable máquina de matar a la que nada puede detener. Un campamento lleno de niños. Un humor que refresca la franquicia, pero que no convierte a Jason en un elemento humorístico o rebaja su peligro.  Proto Scream en su juego de referencias donde conviven las víctimas de siempre con aquellas que han visto slashers y saben que estan dentro de un slasher.


Jason Voorhes es mi animal totémico cuando llega la temporada de texto.


Just before dawn, Jeff Lieberman, 1981

Un grupo de excursionistas se interna en la montaña y acaban topando con un ejemplo perfecto de basura blanca endogámica. Y pasa lo que pasa.

No entiendo por qué este slasher no aparece en más listas de "lo mejor de..." o por qué cuando aparece es tratado con bastante condescendencia cuando creo que se trata de una de las joyas ocultas y un título con muchísimos focos de interés. Un giro de guión muy divertido en un momento de tensión que relanza la película y la muy interesante evolución de la protagonista; pantalón menguante, empoderamiento creciente o de cómo pasar de ser una ovejita indefensa a lobo.


A mí me pones cabrón del campo en una película y ya me tienes ganado.


Mil gritos tiene la noche (o Pieces), Juan Piquer Simón, 1982

1. La belleza es subjetiva.
2. Se pueden decir muchas cosas malas de esta película.

Y por eso esta película me parece preciosa y, aunque esté de acuerdo con todo lo malo que se pueda decir de ella, la amo. Sí, es zafia, grosera, vulgar, exagerada, incoherente, sórdida, ridícula y nadie se cree que su prota sea el semental del campús universitario. Sus interpretaciones son toscas, el guión parece que lo hayan apedreado de la cantidad de agujeros que tiene, pero... todo eso provoca una alquimia maravillosa que hace de Mil gritos tiene la noche un título especial e inolvidable. Pura explotación de los giallos italianos, Viernes 13 y La matanza de Texas. Si eso es lo que da dinero, eso vamos a hacer. ¿El público quiere sangre y despiece? Se va a hartar.


La película es visualmente preciosa. Los asesinatos, la estética del horror, la belleza de la casquería. Y esto unido a los diálogos absurdos y las imposibles actuaciones hace de ella una película divertidísima y única. Y que nadie busque lógica, porque esto va de otra cosa.


The house on sorority row, Mark Rosman, 1983

Una broma de unas estudiantes a su casera que sale mal y, como he dicho antes, pasa lo que pasa.
Un slasher muy divertido que empieza como uno más y que en sus últimos minutos acaba convirtiéndose en un precioso homenaje a Mario Bava y la estética italiana del horror.


Hora y media fantástica; un título que debería conocerse mucho más.

A propósito de EL MAR ALREDEDOR de Keri Hulme


El mar alrededor, Keri Hulme
Automática editorial, trad. de Enrique Maldonado Roldán

Un puñetazo literario.
Una novela dura, exigente, alta literatura que deja extenuado al lector, pero que a la vez es accesible, agradable y muy adictiva.
Un ejercicio arduo para quien lo escribió, quien lo lee, lo edita y lo traduce (encomiable la labor de Enrique Maldonado Roldán al trabajar un texto difícil y muy particular; tengo la impresión de que en Automática cuando tienen un texto que es un marrón para traducir se lo pasan a él; como pruebas, señoría, los texto de Solos en Londres o Boston, sonata para violín sin cuerdas).
Una novela que leía hoy en día, a 35 años de su publicación por una editorial neozelandesa indpendiente y feminista que fue la única que creyó en el texto después de 12 rechazos, es mucho más moderna, valiente y arriesgada que el 95% de las novelas que podéis encontrar una tarde cualquiera en una mesa de novedades.

Kerewin Holmes, medio europea y maori, vive en una soledad que ha buscado en una torre que ha construido ella misma. Un día a su playa aparece un niño rubio como el sol, mudo y asalvajado. Y la día siguiente aparece Joe, el padrastro de él, un operario de fábrica maorí. Entre los tres personajes empieza a tejerse una compleja relación de amor, amistad, familia, de soledades compartidas, de reticencias y secretos.


La novela trata del amor y de la soledad. Como construimos lo primero y compartimos lo segundo. La autora dedica muchas páginas a estos dos temas con un estilo que bascula entre el realismo y lo fantástico, entre la prosa descarnada y la poesía. Mezcla, construye, juega. Cambios de punto de vista o de persona. Saltos de la tercera a la primera. Diálogos que se mezclan con pensamientos que se mezclan con poesías que se van construyendo. Personaje que hablan mucho y callan más y un personaje, Simon, el niño mudo con un enorme voz interior.

Una novela de violencia soterrada muy presente durante todo el texto y que lo condiciona. Del precio que se paga por se libre, sobre el amor y cómo se construye éste, sobre la familia y qué demonios significa esa palabra. Como podéis ver, El mar alrededor es una novela compleja que permite miles de lecturas, repleta de símbolos y de recovecos donde aparece otro tema, otro matiz a lo que se está hablando... Una novela que en ocasiones amenaza con desbordarse, pero que la autora mantiene firme gracias a un dominio admirable del lenguaje y de la estructura literaria.

El mar alrededor es un título que evoca una isla, de la Nueva Zelanda, y en las que viven los protagonistas ya sean por elección, por impedimento o por cultura. La novela acaba erigiéndose un una metáfora de Nueva Zelanda, de su cultura maorí y occidental y el choque de éstas.

De muchos de estos temas, y de más, se habló en la presentación en Casa Asia de la novela a la que tuve el privilegio de asistir. Fue una charla muy interesante la que allí se llevó a cabo entre Enrique Maldonado, traductor de la novela, y Carol Álvarez, periodista cultural de El Mundo. Se habló de la singularidad tanto de la novela como de la autora, de Nueva Zelanda, de la insularidad, de cultura y lenguaje maorí. Una hora y poco de presentación que fue muy estimulante y reveladora de aspectos de la novela. Y que invitaba tanto a acercarse a ella por primera vez, como una próxima relectura.


No pude quedarme mucho más allá del final de la presentación porque los horarios del transporte público mandan (lo que tiene no tener coche...) y no degusté el vino neozelandés ni pude compartir más de cuatro frases con mi admirada Lucía Barahona, editora de la valiente Automática editorial.

Un apunte, hay que aplaudir muy fuerte el labor que está haciendo esta editorial y su apuesta por la publicación en España de títulos diferentes, arriesgados y necesarios. El catálogo de Automática es impresionante; busca el riesgo, no busca la obviedad y prima la calidad del texto y la traducción. Pocos catálogos me han hecho más feliz. Editoriales como ésta, y tantas otras, son necesarias e imprescindibles para la buena salud de un mercado editorial saturado por publicaciones caducas, mediocridades infladas por la publicidad (solo hay que repasar los más vendidos de Sant Jordi) o los clones temáticos del género de moda del trimestre. Si tuviera que destacar cuatro títulos de su catálogo serían los siguientes:


¿Es una de las novelas más divertidas que he leído?
Es una de las novelas más divertidas que he leído. Boston es un milagro. Una sátira cruel y despiada hacia todos y todo repleta de páginas absolutamente brillantes (y demenciales).


¿Cómo una novela tan cruel y dolorosa puede ser a la vez tan infinitamente hermosa?


Una obra maestra. El retrato literario de la infancia de Gorki que es uno de los retratos más crudos y desoladores de la niñez y el devenir adulto. Todas y cada una de las páginas son obras de arte.


Una de las novelas que más me han emocionado. Este diálogo del que solo conocemos una de las voces es un grito ante la historia sobre la importancia de la propia historia por vulgar, pequeña y miserable que sea. 

Automática habla los libros, ama las historias y ama la Historia.

Y, por último, mencionar mi special guest star en el suplemento cultural de El Mundo en la crónica de la presentación de El mar alrededor.



Séptima entrega de los Óscars y séptima entrega del reto

Hay películas que establecen un antes y un después en la historia del cine. Nos gusten o no. Lo merezcan o no. Para bien o para mal. Pero esas cotas aparecen y después nada volverá a ser lo mismo. El cambio es en ocasiones sutil y solo a posteriori se puede ir rastreando esa influencia. En otras, es un mazazo. Remueve los cimientos del aparato cinematográfico y, de repente, el mundo ha cambiado. Pienso en películas como La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968), La matanza de Texas (Tobe Hopper, 1974), Intolerancia (David W. Griffith, 1916), Faces (John Cassavettes, 1968), Star Wars (George Lucas, 1977), Tiburón (Steven Spielberg, 1975), Al final de la escapada (Jean Luc Godard, 1960), entre otras muchas y por citar las más conocidas.

Y Godzilla (Ishiro Honda, 1955) porque es un lagarto gigante que escupe rayos radioactivos y muy pocos hechos cinematográficos pueden molar más que esto. Jason Voorhes, quizá.

La película de la que hablaremos hoy es una de éstas. No solo su influencia se siente hoy en día, si no que inventó un género cinematográfico nuevo. Ganó cinco Óscars y aún hoy se cita como ejemplo clásico. Nada mal para una película que nadie quería hacer.

27 de febrero de 1935.
Séptima entrega de los premios de la Academia.
Por primera vez se entrega a las películas hechas el año anterior (hasta ahora el tema de las fechas que entraban en la terna era bastante liado) y la categorías aumentaron hasta dieciséis (e imagino que el aburrimiento de seguir la ceremonia, también).

¿Quién ganó?


Pues fue Sucedió una noche, dirigida por Frank Capra con Clark Gable y Claudette Colbert con guión de Robert Riskin. Y todo ellos se llevaron el premio a casa. Película, director, actor, actriz y guión. El pleno. Cinco nominaciones, cinco premios.

Solo Alguien voló sobre el nido de cuco y El silencio de los corderos consiguieron después ganar los cinco premios principales.

Muy buena película que inventó el género de comedia romántica tal y como la conocemos hoy en día y sentó las bases para la screnwall comedy que reinó en los años siguientes. Una joven heredera a la fuga, un periodista sin escrúpulos que solo quiere conseguir una historia y un viaje en autobús. Ya sabemos lo que pasa y cómo acaba, pero nos lo cuentan muy bien.

Resulta curioso porque es una película de esas que nadie quería hacer. Un montón de actrices rechazaron el papel y a las que les interesaba o no las cedían (caso de Bette Davis) o tuvieron problema de agenda (Carole Lombard, que lo hubiera bordado). El guión no gustaba a nadie y estuvo dando tumbos.

Claudette Colbert lo hizo de mala gana, odiando cada minuto y sin ganas de colaborar con Frank Capra al que no soportaba porque la primera película que hicieron juntos fue un rotundo fracaso y ella lo culpó a él.


La leyenda dice que Clark Gable hizo la película como castigo con su productora porque se había quejado de los papeles que siempre le tocaban (de malo canalla y carismático) y que tampoco estuvo muy colaborador en el rodaje.


Otra de las leyendas en torno a la película dice que la escena en la que Clark Gable apareció sin camiseta en la habitación de hotel, a parte de suspiros y calores, provocó que las ventas de camisetas interiores descendieran en picado y no se recuperaran hasta que Marlon Brando se la puso en Un tranvía llamado deseo.


Ava Gardnerd (todos en pie) menciona este momento de forma explícita en su divertidísima autobiografía como el inicio de su despertar sexual.

Frank Capra se arrancó el machete que llevaba clavado en el pecho por la jugarreta de la ceremonia del año pasado (mirad qué paso en el enlace) y se dispuso a reina durante el resto de la década de los treinta y parte de los cuarenta.


Me gusta este director. Sí, es conservador y en ocasiones demasiado sensiblero, pero sabe componer una escena como pocos con el ritmo adecuado y los cambios de todos precisos (la escena del paseo nocturno de James Steward y Donna Reed en Qué bello es vivir es perfecto).

La película recibió buenas críticas alabando los díalogos, el ritmo que le impuso Capra y lo estupendos que estaban ambos protagonistas. Fue un éxito moderado tirando a bajo en las grandes ciudades, pero en la zona rural de Estados Unidos y en las ciudades medianas / pequeñas un exitazo. Se cuenta porque se identificaron con unos personajes que no pertenecían a la alta sociedad ni porque hubiera un despliegue indecoroso de lujo.

¿Qué más pasó ese año?
A Shirley Temple le dieron un premio honorífico por ser tan mona, tener tantos hoyuelos, bailar tan bien en las escaleras y hacer tantísimo dinero en taquilla.


Y como ella era chiquita, le dieron un premio chiquito.

En la categoría de mejor actriz hubo un jaleo considerable.
Había tres nominadas. La que fue ganadora, Claudette Colbert. La soprano Grace Moore por Una noche de amor (que no he visto) y Norma Shearer por la película histórica The barrets of Wimpole Street. Pues bien, ese mismo año Bette Davis había hecho una de las grandes interpretaciones de su carrera en la película Servidumbre humana que adaptaba la novela del mismo título de Somerset Maugham


y se consideró que el hecho de que no fuera nominada fue un desaire por parte de la Academia por vete a saber qué motivos (la película no dio dinero, Bette Davis era una actriz problemática porque exigía papeles más complicados y desafiantes y se negaba a permanecer callada en un momento en el que a los actores solo se les pedía que se callaran y estuvieran guapos en pantalla). Hubo quejas por parte de los colectivos de actores, se pidió a la Academia que publicaran los votos recibidos, Norma Shearer se pusó del lado de Davis para exigir su presencia... Uno de esos escándalos tan bien recibidos que alegran el habitual sopor de estos premios.

¿Y el resto de las nominadas?

Hay una película que me gusta mucho como es La cena de los acusados basada en la estupendísima novela de Dashiell Hammet, El hombre delgado (y que es su título original).


Una deliciosa comedia de misterio y oda al alcoholismo irresponsable con unos estupendos William Powell y Mirna Loy (una de las actrices más populares de la historia del cine americano y que fue ninguneada como pocas al no recibir jamás una sola nominación a un premio lo que resulta inconcebible). La película fue un éxito tan grande que insitucionalizó a Powell y Loy como pareja cinematográfica e inició una saga con los mismos personajes que ya no me gusta tanto. De forma progresiva las películas son menos alcohólicas, menos divertidas y más conservadoras. Tener un hijo no les sentó bien.

Cleopatra de Cecil B. de Mille es tan absolutamente hortera y kitch que solo se la puede amar. Hace año que no la veo (muchos años), pero me gustó en su momento. Además, soy muy fan de esas revisiones históricas de Hollywood donde la leyenda y la estética siempre quedan por encima de la verosimilitud.


La alegra divorciada es uno de esos musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers tan encantadores como desfasados que tanto me obsesionaron cuando era pequeño.


Ganó el premio a la mejor canción por The Continental en el primer año que se daba este premio.


El premio a mejor guión original se lo llevó El enemigo público (Manhattan melodrama) de W. S. Van Dyke y protagonizada por William Powell, Mirnay Loy y Clark Gable.


Esta película ejemplifica a la perfección el daño que ocasionó el código Hays que había entrado en vigor el año anterior convirtiendo las películas en vehículos morales. Esta película tiene la historia de una película de acción precode (la ambigüedad moral, lo absolutamente atractivo y simpático que es el personaje del mafioso interpretado por Gable, la turbiedad de un romance a tres, etc.) con la carga  de moralina y el impuesto final justiciero aún si iba en contra de la propia película (ese monólogo final de William Powell condenando a su amigo de la infancia, el postizo final feliz para el matrimonio, etc.).

Es una película entre dos épocas, entre dos sensibilidades. El nuevo Hollywood moralista y falso que se quiso imponer para salvaguardar la moral de los espectadores. Por suerte pronto empezaron a saber esquivar esas normas entre la serie B, directores con habilidad para el subtexto y otros etcéteras, pero el daño estaba hecho. Una película interesante, entretenida y frustrarte a partes iguales. Un día de estos escribiré más sobre ella.

Y por hoy ya está que está edición ha salido muy larga.
Próximamente, más.

LA BRUJA DE LA VERDAD de Susan Dennard

Como diría el chaval de casa, pues tan bien.

La bruja de la verdad, Susan Dennard
Hidra Editoria, trad. de Carlos Loscertales

Después de tantas lecturas y tantísimas novelas juveniles de corte fantástico cuesta encontrar una novela que sorprenda y guste de verdad. En general las novelas se leen de forma más o menos agradable y acaban con el simple y temible comentario de "está bien". Se deja en el primer hueco que encontramos en las estanterías y a otra cosa. Meses después sale la segunda parte y no se lee porque no te acuerdas muy bien de lo que pasó y, seamos sinceros, no te gustó tanto como para continuar.

Con La bruja de la verdad no ha pasado esto.
La bruja de la verdad me ha gustado mucho.
Me he sorprendido mirando por internet si la continuación ya se había publicado en su país de origen (lo que nunca hago) e incluso plantándome que si algún día los cuentos complementarios se publican tendré que conseguirlos. ¿Y por qué me ha gustado tanto?

Por Safiya e Iseult.

Pero, ¿de qué va?
Atención que entra la sinópsis de la editorial.

En un continente gobernado por tres imperios (que no se llevan bien entre ellos, claro), algunos nacen con una "brujería": una habilidad mágica que los distingue del común de los mortales. 

Safiya es una bruja de la verdad: tienen el poder discernir si alguien está contando una mentira (lo que en ocasiones no le sirve de nada sobre todo si quien tiene delante tiene una buena sonrisa, músculos y es un poco lento). Es un don codiciado y muchos matarían con tal de hacerse con él, especialmente los nobles. Así que Safi (para las amigas) debe mantener oculto su poder si no quiere que la usen como peón en la lucha entre los imperios.

Iseult, una bruja de los hilos, puede ver los lazos invisibles que relacionan las vidas de los que la rodean; todos menos los que están en contacto con su propio corazón. Su amistad con Safi la ha llevado de ser una marginada a vivir increíbles aventuras en las que siempre actúa de manera impulsiva (esto no lo tengo tan claro porque creo recordad que la que suele enfrentarse a los problemas tirando de improvisación es Safi).

Safiya e Iseult tan solo quieren vivir sus propias vidas, pero una guerra está a punto de asolar las Tierras Embrujadas. Con la ayuda del astuto príncipe Merik (un brujo de viento que además es corsario y que tiene un jaleo con su familia de aúpa), las dos amigas deberán huir de un impaclabe brujo de la sangre (¿seguro que es malo?) cegado por su afán de venganza (orgullo) y hacer frente a emperadores, príncipes y mercenarios que no pararán hasta conseguir capturar a una bruja de la verdad.

Un buen universo y unas relaciones entre los reinos complejas, pero no confusas. Excelente sentido del ritmo y de la acción, mucho sentido del humor en los personajes y en sus relaciones, pero lo que más me ha gustado es la relación entre las dos protagonistas, Safiya e Iseult.

Son amigas.

Y sí, es algo triste que llame la atención esa relación de amistad, pero no es tan usual encontrarlo en las novelas. De forma general, las protagonistas suelen volar solas. Son hurañas, desconfiadas y es a fuerza de paciencia cuando se consigue sortear ese muro de dureza que las rodean (y suele ser un chico quien lo consigue). Si tienen amigas son personajes secundarios que solo sirven como contrapunto a la protagonista para hablar de la protagonista y destacar lo buena amigas que es o lo valiente o... Una amistad de iguales no es tan común donde no haya un punto de competición, de desconfianza, etc. (o a lo mejor es que no he sabido encontrar esas novelas). Ahora mismo recuerdo como ejemplos de grandes historias de amistad en novelas de fantasía Vampire Academy e Hija de humo y hueso.

Aquí no. Hay un retrato de dos amigas y su amistad es el centro y motor de la novela. No los ojos del chico o una competición entre ellas, si no el amor que se profesan y el ser lo más importante lo una para la otra. Una amistad compleja, complementaria (Safiya es más metepatas e Iseult más seria y práctica) y muy intensa y que consigue que el lector se haga suyos estos dos personajes y quiera acompañarlos el resto de la novela.

Una novela de aventuras que funciona muy bien por el resto de personajes, por la trama y por las relaciones entre el resto de personajes con las protagonistas (una historia de amor cocida de forma lenta y terriblemente divertida mirando a los clásicos de la screnwall comedy) como en el retrato de los secundarios (cada uno con su propia historia; más que simple comparsas de los protagonistas). Rápida, adictiva, divertida. Un excelente primer volumen y una muy buena novela de aventuras que sin ser nada nuevo o diferente, consigue parecerlo. Muchas incógnitas sin resolver (¿por qué Safiya es tan importante?) que dejan hambre de más.

Vamos, que muy bien. Ojalá encontrarme con cuatro o cinco novelas como ésta cada año.

Dos temporadas en el infierno

Una mujer y su amante abandonan al marido de ella en el desierto para que muera. Parece un plan perfecto; un terrible accidente. Pero no contaban con sus ganas de vivir (y de vengarse).


Así, a lo bruto empieza una de esas joyas ocultas del cine americano de los cincuenta. Dirigida por el artesano (benditos sean) Roy Ward Baker e interpretada por


y en maravilloso Technicolor.

La película es una muestra de cine negro que abandona el territorio urbano para perderse en la inmensidad del desierto donde un tipo no especialmente agradable se verá obligado a sobrevivir a base de ingenio y suerte y más si contamos que tienen una pierna rota.


La película es un ejemplo de lo mejor del cine de la época; dura, sin concesiones, corta, al grano, con todos los elementos funcionando para dar al espectador una hora y media de tensión y angustia. No hay alivios cómicos, no hay búsqueda de espectros amplios para buscar la mayor cantidad de público posible, no hay ni un personaje de más ni el alivio cómico que tanto daño está haciendo hoy en día.


A los pocos días me topo en un mercadillo de segunda mano con una novela que parece una relectura de esta película. Estoy convencido de que John Ives (uno de los muchos seudónimos que utilizó Brian Gardfield) se empapó de la película de Roy Ward para escribir Miedo en un puñado de polvo.


Un preso fugado de un psiquiátrico abandona en el desierto a los cuatro psicólogos que le encerraron. A partir de ahí, supervivencia bajo la atenta mirada de alguien que los quiere muertos, pero que antes deben sufrir.

Miedo en un puñado de polvo es una novela de consumo rápido escrita con el envidiable oficio del artesano (¿ya he dicho que benditos sean?) que pese a algún momento forzado (ese triángulo amoroso que no conduce a ninguna parte y que está metido porque algo de amor debe haber), resulta efectiva, dinámica, adictiva y muy divertida. Sobrevivir en condiciones extremas, las relaciones de desconfianza que se establecen entre los cuatro, la presencia amenazadora del secuestrador, los buitres, el paisaje infinito y hostil. La novela capta muy bien la opresión de los espacios abiertos y tiene el encanto maravilloso de la serie B donde sí, los límites de la credibilidad se fuerzan, pero entra dentro del juego que se propone.

Me entero escribiendo esto que hay una adaptación al cine de la novela (imagino que debido al éxito de El justiciero de la ciudad se buscó repetir adaptando otras novelas del autor) de la que no he leído muchas cosas buenas (aunque tampoco hago mucho caso de lo que leo... si lo hiciéramos creeríamos que Detention (2011) es una mala película y no la joya paródica que es) y que supongo que en algún momento acabaré viendo.

Aunque solos sea por su maravilloso (y absurdo) póster.


Leerse una mediocridad para despejar la mente. La jaula de oro de Camilla Läckberg

Si esto es un bestseller de calidad, como me han dicho varias personas, apaga y vámonos.


Cuando salió publicada la primera novela de Camila Läckberg, La princesa de hielo, estábamos en plena invasión de narrativa nórdica de crímenes. Fue el equivalente con investigadores y frío a Crepúsculo con los vampiros adolescentes o Los juegos del hambre con las falsas distopías. Läckberg entre tanta autora fue de las que sobrevivieron a la moda y su éxito se ha extendido por 11 novelas y un libro de cuentos más algún álbum ilustrado infantil (bastante malo, por cierto). La leí en un par de días y... bueno...
No me gustó.
Era lo de siempre.
Así que no me entretuve en más novelas. Sé que puede ser injusto. Es posible que la serie mejore con las novelas y bla bla bla, pero hay demasiado por leer para ir probando suerte con series tan largas.

Pero hace unos días Alejandra se me durmió encima y me quedé atrapado en una silla sin la novela que estaba en esos momentos leyendo, sin un triste tebeo o sin el teléfono. Miré a un lado, miré a otro y estirando el brazo solo llegaba a unas pocos libros. Y para pasar el rato mientras la nena dormía, pillé el primero que toqué, una galerada de La gabia d'or que me habían enviado unos días antes. Así que como no tenía otra cosa, lo empecé a leer.
¿Y qué?
Pues sí, pero no, pero vale, pero tampoco.


Porque La gabia d'or es entretenida, se lee en un suspiro mientras vigilas que la cría haga correctamente sus ejercicios de machete y está escrita con el oficio de quien lleva ya muchos años escribiendo tramas de cacos y serenos, pero no es nada nuevo ni nada del otro mundo. La trama es predecible hasta la última página, los personajes, bastante estereotipados y se mueven porque sí, no por lógica; que un personaje tiene que hacerse rico, pues se hace rico en un capítulo sin entrar en demasiadas explicaciones y forzando la credibilidad, y la paciencia, del lector. Se tira de maniqueísmo (que el lector no ponga en duda jamás que la venganza de la protagonista es justa... eliminemos cualquier atisbo de ambigüedad no vaya a ser que se nos ocurran ideas raras) y desaparece el mínimo asomo de sutilidad en el que la autora quiere que sea el tema de la novela, el empoderamiento de su protagonista y una denuncia del machismo que impregna la sociedad sueca y por ende, la europea.

Vamos, que sí, que es entretenida, pero que tampoco me ha gustado mucho. Como pasa página de piscina, funciona, pero no hay alimento, ni sustento, ni mucha gracia en lo contado. ¿Y por qué la he acabado, os preguntaréis? ¿Por qué? Si precisamente tú, Jorge, eres de los que no les cuesta nada cerrar un libro que no te gusta y a otra cosa. Por higiene. A veces leo algo mediocre después de una serie de lecturas densas y exigentes para limpiar el cerebro y desintoxicarlo; darle algo de fácil digestión para prepararlo para otra paliza.

¿Lo recomendaré en la librería? Lo dudo, aunque si me quedó sin recursos y alguien me pide de forma explícita algo fácil, ligero y olvidable, posiblemente lo tenga en cuenta. ¿Volveré a leer algo de Camila Läckberg? Lo dudo también. Quizá dentro de otros diez años.

De cuando los días de verano eran infinitos; un comentario de LOS FELICES DÍAS DEL VERANO de Fulco di Verdura

No sabía quién era Fulco di Verdura hasta que recibí este libro (el submundo del diseño de joyas no ha sido nunca foco de interés), pero de inmediato me sumergí en la lectura de sus memorias de infancia. ¿Por qué? Varios motivos, confío ciegamente en el criterio editorial de Errata Naturae, de vez en cuando me gusta leer algo que esté alejado de mis principales intereses lectores, había acabado una lectura de marines espaciales enfrentados con demonios de la disformidad y me apetecía algo más tranquilo... Sea por el motivo que sea, en un par de días he devorado Los felices días del verano y la experiencia no ha podido ser más positiva.

Los felices días del verano de Fulco di Verdura
Editado por Errata naturae con traducción de Txaro Santoro.

Fulco di Verdura, duque di Verdura, nacido en Palermo en 1898, nacido en una familia aristocrática de la vieja nobleza siciliana, futuro diseñador de joyas, amigo y colaborador de Coco Chanel, cosmopolita, viajero, culto, políglota, amigo de la alta sociedad y de estrellas de cine, sorprende con en 1976 con la publicación de unas memorias de infancia donde el famoso se diluye y aparece el niño que salvaje y feliz corría por los jardines de su casa.

No se trata de un libro de memorias donde repasa su carrera, sus amistades y logros profesionales, si no que es la evocación de los recuerdos de infancia y como se construyó su sensibilidad. El libro es un conjunto de anécdotas, recuerdos, pinceladas de sitios, retratos de personajes con el punto justo de nostalgia, mucho humor e ironía (que en ocasiones estalla en carcajada), sin caer en la sentimentalidad o la vieja trampa de "todo lo pasado es mejor". Adopta el punto de vista del niño que fue y ese es el mundo que como lector percibimos; los juegos, la impresión de los viajes, las anécdotas con la cantidad absurda de animales que había en ese jardín, el descubrimiento de la ópera. 


No es un retrato de época (aunque lo hay en usos, costumbre y tradiciones sicilianas, por ejemplo). La historia pasa a hurtadillas a no ser que afecte directamente al niño (el terremoto de Messina) porque la historia es algo que, cuando somos niños felices en un ambiente seguro, les pasa a otros. Lo que nos afecta son los interminables días de verano, las travesuras a nuestra insoportable prima, el descubrimiento de un tesoro o una habitación cerrada. Será al crecer cuando el dolor, la historia y el tiempo irrumpe como le sucede al protagonista en el último capítulo cuando un mundo se acaba y el verano llega a su fin.

Fulco di Verdura se descubre como un narrador, no literario, pero con un exquisito gusto por el retrato, una fina ironía en la composición de personajes y con mucha intuición para la composición justa de la frase (y que nosotros percibimos gracias a la buena traducción de Txaro Santoro) consiguiendo momento de verdadera emoción (como las últimas páginas del libro).

Los felices días del verano es una lectura agradable que te transporta a un mundo que ya no existe desde una mirada nostálgica, irónica y bienhumorada. 
16 de marzo de 1934.
Hotel Ambassador de Los Angeles.
Sexta entrega de los premios a la excelencia cinematográfica y la primera, en mi opinión, en el que la academia mostró su carácter conservador y poco arriesgado. Porque, vamos a ver, ¿tienes entre las nominadas una película como Soy un prisionero, La calle 42 o incluso Adiós a las armas y se los das a Cabalgata? ¿En serio? ¿Me estáis tomando el pelo o qué?


A ver, que no es una mala película, muy correcta, muy formal, muy académica. La historia de una saga familiar inglesa desde principios de siglo hasta los años treinta. Guión de Noel Coward y dirección de Frank Lloyd, buen director, pero que para mi gusto arriesgó poco en esta película y donde la mayor muestra de personalidad se encuentra en la escena del Titánic. 

Una película correcta, como ya he dicho, muy del gusto de los señores que votan, pero palidece al lado de una obra maestra como Soy un fugitivo (I am a fugitive of  Chain Gang, Melvin Le Roy), drama social que llegó a provocar la reforma de las leyes carcelarias, ejemplo de contundente género negro, biblia para todo el cine de prisiones posterior, diafanidad cinematográfica y narrativa y una película triste y desoladora, un Dostoievski hecho cine puro.


Y sale Paul Muni. Y si sale Paul Muni ya está todo bien.

O La calle 42 (42nd street, Lloyd Bacon), espectacular musical lleno de hallazgos visuales e innovaciones técnicas.


¿Pero Cavalgata, en serio? Si hasta los carteles le dan una paliza.

Bueno, estas cosas pasan. Y pasarán en la historia de los Oscars. Muchas, muchas veces. Lo pero llegará en años venideros.

¿Y qué más dio de sí la ceremonia?

Frank Lloyd gana el premio a mejor dirección por Cabalgata y provoca involuntariamente una de las mejores y más humillantes anécdotas de la historia de los premios.


El premio lo entregaba Will Rogers, uno de los actores más populares de la historia del cine americano (hoy en día no nos hacemos una idea de lo que adoraban a este tipo). En el momento de abrir el sobre soltó algo así como "¡Ven a recogerlo, Frank!". Lo gracioso del tema es que ese mismo año estaba nominado Frank Capra por Dama por un día, y tan convencido estaba de que iba a ganar que fue hasta el estrado. Allí vio que el sobre ponía el nombre de Frank Lloyd y se volvió humillado a su mesa ante, imagino, la sonrisa cabrona de alguno de los asistentes. En su biografía relata con detalle este momento y lo describe como "el más triste y humillante" de su vida.

Algo así debió ser.

El premio a la mejor actriz fue para la inmensa Katharine Hepburn por Gloria de un día; el primero de cuatro. E inaugurando la tradición, paso de ir a la ceremonia y de recogerlo.


Es una película pequeña que si se recuerda es por su interpretación avasalladora y fresca.

El premio a actor fue para el enorme Charles Laughton por su socarrona interpretación de Enrique VIII en La vida privada de Enrique VIII. 


Vi la película hace muchos años y recuerdo que me gustó el retrato bufonesco y desmitificador del rey Enrique. Tendría que repasarla y, bueno, no me costará mucho porque sale Merle Oberon. 

Creo que este premio debería haber sido para Paul Muni, pero en verdad no tengo queja. Charles Laughton me cae demasiado bien.

¿El resto de la ceremonia? Pues premios técnicos a Adiós a las armas, guión para la adaptación de Cukor de Mujercitas o el premio de animación para Los tres cerditos de Disney.

Y 1934 sería el año que el cine americano cambiaría para siempre. El 1 de junio de ese año se implantó el Código Hays con toda su virulencia y la censura destruyó la libertad creativa de los estudios y las moralinas empezaron a campar por su anchas en las películas. Pero de esto hablaremos otro día.

La típica crónica del día de Sant Jordi (y ya van...)

A las cinco y media de la madrugada el librero fuerte y extrañamente atractivo cuando está rodeado de libros se despierta por unos ruidos extraños que vienen de la calle. Reza para que sea una reyerta de borrachos por un quítame de ahí esa línea discontinúa o la típica alteración molecular del espacio cuando una nave jiloviana pasa demasiado cerca de la Tierra, pero no, era el peor sonido que un librero podía escuchar en vísperas de Sant Jordi.
Llueve.
Mucho.
Como si no hubiera llovido en semanas (que no lo ha hecho).
Como si el fin del mundo por fin hubiera llegado.
A partir de ese momento y tumbado en la cama el librero no duerme, solo imagina lo que será el día de Sant Jordi bajo la lluvia.

¡¡¡¡Queremos el libro más vendido que ha dicho TV3!!!!
¡¡¡¡¡Que estamos mu locos y nos da igual lo que sea!!!!!

Ha vivido tres y no quiere otra muesca en el cinturón. Solo pido un día soleado, piensa, o que no sea soleado, que haga un frío de cojones y en la parada de al lado haya un ensayo de una orquesta amateur de gaitas. No importa, pero que no llueva.

A eso de las siete deja de llover y el librero se permite una sonrisa y un atisbo de esperanza. A lo mejor no llueve, a lo mejor el sacrificio de tantos poetas mediocres a los dioses tentaculares ha servido de algo. A lo mejor pasarme la semana santa con sangre y vísceras hasta las rodillas y entonando cantos guturales hasta que las cuerdas vocales me han pedido por favor que acabara con su sufrimiento ha servido de algo. A lo mejor...

Estar en la cama no sirve de nada así que el librero se levanta. Un pipí y ducha. Tras secarse se mira al espejo y piensa si vale la pena afeitarse.
Pasando.
De verdad parece que no llueve.
Se viste y va a la cocina al encuentro del primer drama del día.
No hay té.
Ni una triste bolsa ni de granel.
Nada.
Cero.
El pánico aparece tras los ojos del librero. ¿Y ahora qué desayuno? Rebuscando en el armario encuentra algo llamado "infusión de naranja y jengibre" y, aunque sabe con certeza que eso no puede ser bueno, se prepara una. Un color como caído del cielo (no es algo bueno) aparece en su taza del Daily Planet. Lo prueba.
No.
No es una buena idea.
Un regusto picante, un sabor a barro primigenio, una repugnante caída al jugo que deja el calzoncillo de un gladiador tras un duro día de sajar gaznates.

A las ocho menos cuarto sale de casa y va para la librería a por un par de cosas que se dejó el sábado. Es un día raro en Igualada al ser festivo local y el librero se pregunta cómo afectará eso al día. ¿Habrá más gente? ¿Menos? Entra en la librería, encuentra lo que iba buscando y se va para la plaza de Cal Font donde a las ocho ha quedado para montar la parada de libros con los compañeros. De camino hacia allí unas gotas caen en su cara. No es lluvia, piensa. Alguien me está escupiendo u orinando encima, no es agua de lluvia.
Pero no, llueve.
El destino no se muestra compasivo y nadie se está meando en la cara del librero. 
Llueve.
Me cago en la lech...
Y ya sabemos cómo acaba esto.

¿Qué quite los plásticos porque no puedes ver bien los libros? 
Es que se mojan y se pueden estrope... ya, que eso no te importa que los libros no son tuyos.

Llega a la plaza al mismo tiempo que la furgoneta y el resto de los compañeros. Un chirimiri asqueroso que solo molesta. Miran al cielo con esperanza. Que escampe, que escampe. El jefe abre la furgoneta y segundo drama.
La furgoneta que le han dado en la agencia de alquiler no cierra bien y se ha colado agua.
Algunas de las cajas están empapadas.
Y esto es una pesadilla.
Cajas que se deshacen en las manos al alzarlas.
Libros mojados de páginas hinchadas.
Un apocalipsis libresco que hace que el cese de la lluvia y los primeros compases de un sol tímido pasen a segundo plano.
Respiran y ya se verá qué se hace. Ahora hay que aprovechar que no llueve para montar a toda prisa la parada. Caballetes, maderas, telas y a abrir cajas. Libros, muchos libros, más libros. Y a pelear por poner todos los ejemplares que han traído (algo más de tres mil) en la parada. Los libros mojados se dejan a parte y mejor no pensar ellos.

Poco antes de las diez, fin.


Un momento de calma donde todo está colocadito y ordenado antes de que empiece el caos.

Primeros clientes, primeras ventas, primeras recomendaciones que es con variaciones como irá pasando el día. La lluvia se convierte en algo lejano que no vuelve en todo el día y el sol aparece para hacer de esta diada algo memorable.

En el jardín del ogro, Les pompes del diable, El club dels mentiders, La sombra del zorro, Claus i Lucas, La passió, La voz de Amunet, Sonríe, Hambre, Mama Bruce... Algunos hacen caso, otros, no. Entre medias conversaciones y saludar a los conocidos y amigos que se acercan a la parada. El dilectisimo máster de La partida del lunes, siempre atractivo, sabio, reposado y ¿he dicho atractivo? hace su tradicional saludo por la mañana. Preguntas y peticiones. Aquel recomendado en un suplemento cultural, aquel otro libro descatalogado que el típico listo que habla con esdrújulas en la radio recomienda con entusiasmo. Un libro para mi novio, dame algo histórico pero que no sea verdad, algo para alguien que no lee que sea sencillito como Vila Matas, ¿tenéis uno que oí en la radio hace un par de semanas sobre una mujer, o escrito por una mujer, sobre alguien que mata a otro o se muere o pasa algo así? Dame el libro de Killian Jornet Corre hasta que mueras. ¿Dónde puedo encontrar algún libro de náutica en francés?


Grupos de adolescentes que se emocionan ante los libros, los cogen con reverencia entre las manos y acarician la portada mientras valoran si lo compran o no. Como me explican, si compran el libro ese fin de semana no pueden salir por ahí. O una cosa u otra, dicen sus padres. Por suerte no todos son así y algunas muchachas cargan con lo que será lectura para... hago una estimación... dos semanas de lectura. Las conozco. Devoran. Ya han saqueado la biblioteca municipal y las bibliotecas de sus amigas y necesitan más. Chavales que buscan novelas de terror, "pero si pregunta mi madre le dices que es de aventuras, ¿vale?". Y clientes de toda la vida que confían ciegamente en lo que les recomiendo porque nunca les he fallado. Estas cosas animan al librero y le recuerdan porque este trabajo es de los mejores del mundo.


Dos abuelas se enzarzan en una discusión a gritos sobre si Carles Pugidemont es guapo o no. Se percibe que no es la primera vez que debaten tan espinoso tema y lo que empezó por un comentario inocente sobre la portada de un libro acaba en terreno más personal. El librero no quiere imaginar lo que deben ser las meriendas de los miércoles por la tarde. Carles Puigdemont convertido en objeto de deseo / desprecio por un grupo de abuelas igualadinas donde en medio de chocolates calientes con melindros y café con leche descafeinado de máquina se desmenuza sus virtudes físicas y dónde se sitúa en la escala de follabilidad (que según una fuente cercana es cero).

Abuelas ninja que en momentos de descuido afanan libros y los pierden en los portales dimensionales que son sus bolsos. Son rápidas, son escurridizas y siempre tienen una excusa preparada en la boca. Y si las pillas juegan la baza de "somos mayores y no nos enteramos y...".

La típica banda de abuelas mangantes de todos los años.
¿Sus principales víctimas? Lo que sea.

Desde primera hora de la mañana el caos se adueña de la sección infantil. Toda la civilización y el cuidado que se muestra en el resto de la parada, cuando se llega a la parte de los libros de tela o cartón desaparece y da la sensación de dejan libre el animal que llevamos dentro.


Libros tirados de cualquier manera, manoseados, destrozados... padres que dejan a los críos que se suban revuelvan los libros sin control ni cuidado. El librero sabe que no todos son así y lo ve, pero los que lo son hacen mucho ruido. ¿Por qué? ¿Tan difícil es dejar un libro donde lo has encontrado? ¿O existe una fuerza mágica que te hace pillar un libro de Agus i els monstres y dejarlo con los libro de cartón solo por qué sí? ¿O jugar a lanzarse los libros?

La plaza se llena y lo de todos los años. El librero es el pivote y motor de la parada y el que se sabe dónde están todos los libros que hay. Sin ordenador ni nada. A memoria pura. Y los compañeros o apoyos del día se abalanzan sobre él para preguntar dónde está tal libro, tal título medio aproximado o si hay algo de ese autor.

A partir del mediodía las teles y radios ya han dicho cuál es el libro más vendido y muchos se lanzan a la calle a buscar ese título en concreto sin importar de qué va, quién es el autor o si les puede gustar. Como me dijo uno, si lo compra tanta gente tiene que ser bueno y no me voy a quedar sin él. Y lo vendo, mucho. Y es un libro mediocre, desaprovechado, desangelado y bastante aburrido. Y que ese sea lo más vendido es triste. Al librero cada año le dan ganas de leerse los más vendidos, pero tanta mediocridad le puede. Tanto libro bueno que se publica y que acaba sepultado por una absurda lista y las maquinarias de la publicidad. ¿Dónde queda el criterio y la curiosidad?

Llega A. a las cinco de la tarde y llena la plaza de belleza y glamour. Como siempre se adueña de la sección infantil para poner orden y conquistar a los niños con sus sonrisas, preguntas y entusiasmo cuando pilla en sus manos una novela juvenil o un álbum ilustrado que le entusiasman. Ella disfruta horrores de este día

El día pasa y el cansancio se nota en los pies y en la baja espalda. Cuando dan las nueve a recoger. Quien no haya comprado el libro para entonces no se lo merece. Libros a las cajas, cajas a la furgo y furgo a la librería. A las diez de la noche hemos acabado. Han sido catorce horas intensas, duras, agotadoras y recorfontantes. Todo el trabajo que empezó en enero para hoy y que se estirará hasta finales de mayo cuando hagamos las últimas devoluciones.

Y para casa con paso tranquilo y con la seguridad que tardará en dormirse a pesar del cansancio. Así que a ver una película de Fu Manchú.


El librero siempre ha tenido una debilidad por los megalómanos pulp con ansias de conquistar el mundo por medio de un absurdo plan.

Es lo que quiere ser el librero cuando sea mayor.

Otro Sant Jordi a la espalda. Y ya van...