Sobre algunos cambios

Hola.
Como podéis ver se han producido algunos cambios.
¿A qué se debe eso?
Necesitaba abrir el blog a nuevos temas. Tengo ganas de hablar de rol, de juegos de mesa, de alguna que otra película o serie que veo, de experiencias librescas o de mis cada vez menos habituales aventuras espaciales intradimensionales (esto de ser padre absorbe mucho tiempo como para salvar el universo tanto como antes).
Esto se ha traducido también en un cambio de aspecto en el blog. He pasado de una plantilla pregenerada a otra plantilla pregenerada. No sé si es la adecuada o no, si es cómoda o no (aunque a parte de los colores no cambia mucha cosa).
Ya me diréis.

¿Y qué ha pasado estos días?
Entre otras cosas

empezar a preparar las cajas para el Sant Jordi próximo. Menos de un mes y ni tengo ganas, ni estoy preparado, ni quiero.


Preparar nueva partida de rol donde después de dos años y pico vuelvo a ser el máster todopoderoso. La intención es ir escribiendo las partidas; tanto la historia como lo que sucede mientras jugamos. Para la posteridad y la historia. Para que nos juzguen los roleros del futuro.


Lectura de cositas de las que no he hablado y tengo ganas.
El tiempo que me falta.



 Y películas de todo tipo, pelaje y condición.




De todo esto y de más cosas quiero hablar ahora en este blog.
Abrirlo a nuevas experiencias y temas.
Y si puede ser en una misma entrada. Hablar de un libro que te lleve a una película, a un cuadro, a un disco, a una experiencia... como dice el detective aquel, todo está relacionado.

A ver qué sale de aquí.

Sobre cómo ha sido mi experiencia de ser miembro de un jurado...

... y para un premio importante, ahí queda eso, el Joaquim Ruyra.

Que es este señor. 
Escritorazo de esos de reclinatorio y bigote que nunca tendré.

¿Cómo fué?
Nos tenemos que remontar a hace un tiempo.
El reino de Pruisa ya no es más que un agradable recuerdo, Elvis ha sido visto de nuevo en el Carrefour del polígono de Igualada y Claudia del Moral empieza a recomponer los fragmentos de su corazón roto por ese engendro lleno de pústulas supurantes y cantarinas que es Diógenes.

Así que canta Musa los cuidados y deberes de un atractivo jovenzuelo de más de treinta, pero menos de setecientos que a lo largo de los años ha fingido muy bien eso de tener criterio como lector y cuyo secreto es utilizar palabras largas y frases con muchas comas y expresiones como "una novela ornitológicamente conceptualista".

Una mañana de, no sé, ¿martes? de ¿julio?, me llaman desde la editorial La Galera por si me apetece ser miembro del jurado del próximo premio Joaquim Ruyra.
¿Y eso?
¿Por qué yo?
¿Cómo habéis conseguido mi teléfono?
¿Me estáis espiando?
¿En realidad mi vida es un programa de televisión muy aburrido o un experimento de una célula radical nazi?
A lo que me respondieron.
No.
Martín Piñol te ha recomendado.
Hemos llamado a la librería.
No.
¿Tomas algún tipo de medicación?

Después de pensármelo unos segundos porque me gusta hacerme de rogar y recibiendo a cambio solo silencio, dije sí. Un sí de esos que suenan molones porque, a ver, esto de los premios literarios ya sabemos todos como va. No lees nada y al poco se recibe un sobre con cien mil euros por tu silencio y la novela ganadora es la que Los Que Moran En Las Sombras de La Galera deciden que sea. Ya se sabe, todo está amañado y no hay nada de cierto en eso de jurados leyendo, deliberando, peleando...

Mentira.
Mentira pustulenta y podrida.

Porque lo que yo imaginaba que serían unas vacaciones en el Caribe fingiendo leer se convirtó en dos meses de lecturas frenéticas. Ya puedo decir que al menos existe un premio donde el jurado tiene que leerse todos los manuscritos. Nada de presiones, nada de sobornos, nada de sentirse utilizado o un engranaje más del monstruo editorial. Nada de pasta pasada en un sobre por debajo de la mesa. Nada de una visita a medianoche de "unos amigos de un amigo" que preguntan si estoy seguro de ese voto y si quiero volver a ver mi edición limitada de La niebla de Carpentr y mi colección completa de Buffy Cazavampiros, serie y cómics.

 Lo que sea, haré lo que sea, pero no me quitéis a Buffy.

Nada.

Dieciséis novelas juveniles que optan al panteón del Ruyra. Así que ya me podéis imaginar esperando un sobre con pasta a cambio de mi silencio y a cambio recibo un mail con un enlace con dieciséis pdfs (¿o es pedeefes?). Una lástima que lo del soborno no llegará a buen puerto... con lo fácilmente corruptible que soy.

Total que a leer.
Dos meses, dieciséis manuscritos.
En pdf.
Y con un libro electrónico del pleistoceo tecnológico que modificaba fuentes, impedía hacer más grande la letra y tenía una resolución de pantalla que este pobre, pero atractivo miope (¿o es lo otro?) se dejó medía vista intentando leer todo aquello.
¿Y qué tal? Bueeeeeeeno. El nivel general, justito tirando a flojo.
¿La cordura? Perdida. Pero, bueno, después de tanto rol tampoco tenía mucha.
Leía los manuscritos de lunes a viernes y con la intención de que acabaría todas las novelas (no lo conseguí en algunas... todo tiene su límite) y el fin de semana descansaba leyendo lo que quería. Fue extenuante, agotador y por momentos frustrante.
Pero una experiencia muy interesante.
El jurado lo tuvimos muy fácil porque entre todas destacaba con fuerza la que sería la ganadora.


Entre tanta novela del subgénero "adolescentes en crisis que lo pasan mal en las discotecas" y "adolescentes en plena eferbescencia sexual descubren un verano que lo cambia todo lo que le pasó a su abuelo en la guerra civil", encontrar una novela de fantasía urbana repleta de zombis, vampiros, ángeles cabrones, puntito de gore, canibalismo, fantasmas, aventuras... El oasis. Y encima bien escrita, con ritmo y gracia, con humor negro y sin mensaje moralista sobre lo malas que son las drogas.
Próximamente haré una reseña completa de Negorith y me pondré pesado con lo buena que es. Antes tengo que releerla en papel.

¿Y la deliberación?
Fácil y rápida. Tres segundos. Todos teníamos claro quién tenía que ganar.
Así que los compañeros del jurado se ahorraron verme en bikini y hacer estiramientos por si la la mañana tenía que acabar en el siempre noble arte de la lucha en el barro. Y por si todo esto fuera poco, conocí a gente encantadora del mundo del libro; buenos compañeros de jurado a los que prometí que no mencionaría porque... bueno... tras la deliberación pasó... bueno... aquello (así que Piño, Laia, Cristina y Raquel, ya podéis respirar. No mencionaré vuestros nombres para nada).

Porque si una cosa es una constante en mi vida son los intentos de secuestro a manos de ninja nazis comunistas con conocimientos suficientes de biología para mantener una conversación más que amena que quieren abrir un portal dimensional para dejar entrar a Aquellos Que Tienen Más Tentáculos De Los Necesarios y hacer lo de siempre, ya sabéis, conquistar el mundo y someter a las masas y prohibir la música chumba chumba esa que pone la cabeza así que dices, joooder, para ya, ¿no? y, bueno, que este punto tampoco está mal, pero con lo del genocidio pues que es una idea que me cuesta.

 Vamos, lo típico.

Total, un jaleo.
Ninjas por un lado, tentáculos por otro, el postre que no llega, que si Laia descubre sus poderes pirotécnicos y con un tenedor y un poco de chicle te hace un rompetochos revienta botellas que lo flipas, que si Cristina pega un silbido y llama a su ejercito de gatetes sesinos de to lo que se mueve, que si Raquel empezó que si jia, hua, ya y nos quedamos todos uala qué fuerte y ¿cómo puede utilizar una pared como arma arrojadiza +5 si no la ha movido del sitio? Que si Martín Piñol y un servidor de ústedes hicieron la fusión gordifriki definitiva que no aportó gran cosa a la lucha, pero sirvió para aturdir a los ninja con datos sobre las Tortuga Ídem, Michael J. Fox y Mad Doctors. Que si Iolanda y la Fernandez, Las Galera Girl Power, empezaron a editar hostias como panes, reclamar patadas voladoras revienta glóbulos, acompañar a los ninja a sus mesas y que firmen ejemplares con masa cerebral y vísceras, negociando finalmente la rendición de los ninja. Que si...

Bueno, lo de todos los jurados que deliberan en una sala.
 Aunque creo que en el premi Sant Jordi hubo menos purpurina.

Total, que bien.
Y sí, ya lo sé, es una crónica superficial que no entra a fondo en las entrañas del cotilleo y los secretos que harían temblar el mundillo editorial que en la comida se desvelaron, pero todo eso me lo guardo para cuando escriba mi autobiografía Yo no he sido. Memorias de un viajero del tiempo que espió demasiado en Filipinas y se hizo librero.

Donde hablo del libro de cuentos No aceptes caramelos de extraños de Andrea Jeftanovic

Seguimos con el Tour Latinoamericano con parada en Chile.


Una colección de once relatos que me ha dejado sentimientos encontrados.
Lo que es bueno. Que la lectura de unos relatos te agiten tanto que horas después de acabar el libro sigas dándole vueltas a ellos y lo que ha dejado en ti como lector es muy bueno y es el poso que deberían dejar las lecturas. Sentimientos encontrados.
¿Me ha gustado el libro? Sí, mucho.
Pero, y en contradicción con la anterior pregunta, ¿me ha entusiasmado? No.
Pero, ¿lo recomiendas? Sí, por supuesto.



Once relatos que ahondan en los grises de las relaciones de pareja entendiéndose éstas en su sentido más amplio; matrimonios, sí, pero hermanos, amigos, amantes, padres e hijas, etc. Y ante una situación cotidiana, surgen temas incómodos o difíciles que ahondan en las zonas ocultas y calladas de la psicología humana. Vejez, celos incontrolables, incesto, muerte, paternidad y los horrores y fantasmas que producen ésta (tanto a padres como a hijos). El cuerpo como lugar de lucha y deseo.

Y todo explicado con una prosa cuidada y diáfana, controlando el lenguaje, exprimiendo conceptos y creando una prosa densa que invita a la relectura de párrafos para acabar de concretar y captar todo el mensaje. Es un libro de cuentos de lectura reposada por la propia naturaleza de los cuentos. No piden devorar uno detrás de otro, si no que hay que dejarlos en reposo y pensar en lo leído. He tardado varios días. La lectura de alguno de los relatos agota.

Son relatos violentos por lo que cuentas y por cómo lo cuenta, incómodos y que tocan temas molestos. Andrea Jeftanovic no suaviza el tema y, estableciendo un paralelismo con Mónica Ojeda, su estilo es hermoso, conceptual y por momentos poéticos.

¿Y por qué he dicho que no me ha entusiasmado? Porque he tenido la sensación durante la lectura de que algo se me escapaba. Culpa mía como lector. Es un libro que exige relectura en un par de meses para exprimir todo aquello que la autora ha comprimido en las oraciones.

¿Mis preferidos?
"Árbol genealógico", "Marejadas", "La desazón de ser anónimos".
¿De qué van?
A leerlos. Es mejor enfrentarse a estos relatos sin saber de qué van. Cada vez soy más contrario a sinópsis, trailers o explicaciones de qué van los libros. Prefiero entrar a ciegas y que me abofeteen sin ninguna qué me voy a encontrar.
Ya se sabe que las expectativas las carga el diablo.

Opiniones
El cultural
Estandarte

Entrevista a la autora en El Comercio de Peru

Donde hablo con frases cortas de Nefando de Mónica Ojeda y añado otro eslabón al reto Tour Latinoamericano

Reconozco mi ignorancia sobre la literatura de Ecuador.
Le pondré remedio, lo prometo.
Buscando algo que leer, por casualidad cayó en mis manos Nefando de Mónica Ojeda que publica la editorial Candaya.


La leí en un par de días en un viaje doloroso que me llevó a apartar la mirada más de una vez y enfrentarme a asuntos que no quería tratar.

¿De qué va?
Todo gira en torno a seis excompañeros de piso y una juego online ilegal que se encuentra en la internet profunda.

Dura, incómoda, perturbadora, inquietante.
El dolor propio y el dolor ajeno por medio de una narración que se hunde en miserías y momentos de una enfermiza poética. Abusos, violencia física y mental, pederastia, incesto... temas incómodos, molestos y tabúes que la autora mira de frente y que como lector hay que hacer un esfuerzo para no dejarlo de lado.
Una habilidad envidiable en el uso del idioma y la adecuación del tono a cada voz narradora y protagonista.
Tan interesante como incómoda.
Aunque me resulta muy difícil recomendarla.
Aunque no dejo de hacerlo, claro.
Porque este tipo de literatura molesta, que incomoda al lector y lo saca de esos cauces cómodos del libro de siempre son necesarios y más cuando las mesas de novedades parecen en líneas generales tan adormecidas (o será que no sé dónde mirar).


La habilidad narradora y literaria de Mónica Ojeda me deja con ganas de más. Su uso de diferentes registro, voces, acentos y modismos. Su tensión narrativa a nivel de técnica y argumento. Afilada y precisa utilización de la palabra justa para provocar la emoción o reacción que busca. La paradoja de la belleza del estilo y el lenguaje y la repugnancia que provoca lo que cuenta.Una tensión que se hace insoportable por momentos, pero que, en mi opinión, no busca ni el tremendismo ni la provocación gratuita. Hay un discurso. Hay ideas.

Próximamente Candaya publicará su nueva novela, Mandíbula, donde disfrazado de thriller psicológico realiza una reflexión sobre las relaciones pasionales entre madre / hija, alumna / maestra, etc. Y según mis fuentes (aquí) jugando con el género de terror.


La prosa de Mónica Ojeda remueve. Algo de adictivo debe tener estos descensos a la parte oscura del ser humano para acabar perturbado (y algo asqueado) una novela, pero estar pensando que debes leer algo más de esta autora, Jorge. Empieza a buscar.

Otras opiniones
Mala fama
La conjura de los libros

Y un par de entrevistas a la autora
El diario de Murcia
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