De cuando los días de verano eran infinitos; un comentario de LOS FELICES DÍAS DEL VERANO de Fulco di Verdura

No sabía quién era Fulco di Verdura hasta que recibí este libro (el submundo del diseño de joyas no ha sido nunca foco de interés), pero de inmediato me sumergí en la lectura de sus memorias de infancia. ¿Por qué? Varios motivos, confío ciegamente en el criterio editorial de Errata Naturae, de vez en cuando me gusta leer algo que esté alejado de mis principales intereses lectores, había acabado una lectura de marines espaciales enfrentados con demonios de la disformidad y me apetecía algo más tranquilo... Sea por el motivo que sea, en un par de días he devorado Los felices días del verano y la experiencia no ha podido ser más positiva.

Los felices días del verano de Fulco di Verdura
Editado por Errata naturae con traducción de Txaro Santoro.

Fulco di Verdura, duque di Verdura, nacido en Palermo en 1898, nacido en una familia aristocrática de la vieja nobleza siciliana, futuro diseñador de joyas, amigo y colaborador de Coco Chanel, cosmopolita, viajero, culto, políglota, amigo de la alta sociedad y de estrellas de cine, sorprende con en 1976 con la publicación de unas memorias de infancia donde el famoso se diluye y aparece el niño que salvaje y feliz corría por los jardines de su casa.

No se trata de un libro de memorias donde repasa su carrera, sus amistades y logros profesionales, si no que es la evocación de los recuerdos de infancia y como se construyó su sensibilidad. El libro es un conjunto de anécdotas, recuerdos, pinceladas de sitios, retratos de personajes con el punto justo de nostalgia, mucho humor e ironía (que en ocasiones estalla en carcajada), sin caer en la sentimentalidad o la vieja trampa de "todo lo pasado es mejor". Adopta el punto de vista del niño que fue y ese es el mundo que como lector percibimos; los juegos, la impresión de los viajes, las anécdotas con la cantidad absurda de animales que había en ese jardín, el descubrimiento de la ópera. 


No es un retrato de época (aunque lo hay en usos, costumbre y tradiciones sicilianas, por ejemplo). La historia pasa a hurtadillas a no ser que afecte directamente al niño (el terremoto de Messina) porque la historia es algo que, cuando somos niños felices en un ambiente seguro, les pasa a otros. Lo que nos afecta son los interminables días de verano, las travesuras a nuestra insoportable prima, el descubrimiento de un tesoro o una habitación cerrada. Será al crecer cuando el dolor, la historia y el tiempo irrumpe como le sucede al protagonista en el último capítulo cuando un mundo se acaba y el verano llega a su fin.

Fulco di Verdura se descubre como un narrador, no literario, pero con un exquisito gusto por el retrato, una fina ironía en la composición de personajes y con mucha intuición para la composición justa de la frase (y que nosotros percibimos gracias a la buena traducción de Txaro Santoro) consiguiendo momento de verdadera emoción (como las últimas páginas del libro).

Los felices días del verano es una lectura agradable que te transporta a un mundo que ya no existe desde una mirada nostálgica, irónica y bienhumorada. 

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