La típica crónica del día de Sant Jordi (y ya van...)

A las cinco y media de la madrugada el librero fuerte y extrañamente atractivo cuando está rodeado de libros se despierta por unos ruidos extraños que vienen de la calle. Reza para que sea una reyerta de borrachos por un quítame de ahí esa línea discontinúa o la típica alteración molecular del espacio cuando una nave jiloviana pasa demasiado cerca de la Tierra, pero no, era el peor sonido que un librero podía escuchar en vísperas de Sant Jordi.
Llueve.
Mucho.
Como si no hubiera llovido en semanas (que no lo ha hecho).
Como si el fin del mundo por fin hubiera llegado.
A partir de ese momento y tumbado en la cama el librero no duerme, solo imagina lo que será el día de Sant Jordi bajo la lluvia.

¡¡¡¡Queremos el libro más vendido que ha dicho TV3!!!!
¡¡¡¡¡Que estamos mu locos y nos da igual lo que sea!!!!!

Ha vivido tres y no quiere otra muesca en el cinturón. Solo pido un día soleado, piensa, o que no sea soleado, que haga un frío de cojones y en la parada de al lado haya un ensayo de una orquesta amateur de gaitas. No importa, pero que no llueva.

A eso de las siete deja de llover y el librero se permite una sonrisa y un atisbo de esperanza. A lo mejor no llueve, a lo mejor el sacrificio de tantos poetas mediocres a los dioses tentaculares ha servido de algo. A lo mejor pasarme la semana santa con sangre y vísceras hasta las rodillas y entonando cantos guturales hasta que las cuerdas vocales me han pedido por favor que acabara con su sufrimiento ha servido de algo. A lo mejor...

Estar en la cama no sirve de nada así que el librero se levanta. Un pipí y ducha. Tras secarse se mira al espejo y piensa si vale la pena afeitarse.
Pasando.
De verdad parece que no llueve.
Se viste y va a la cocina al encuentro del primer drama del día.
No hay té.
Ni una triste bolsa ni de granel.
Nada.
Cero.
El pánico aparece tras los ojos del librero. ¿Y ahora qué desayuno? Rebuscando en el armario encuentra algo llamado "infusión de naranja y jengibre" y, aunque sabe con certeza que eso no puede ser bueno, se prepara una. Un color como caído del cielo (no es algo bueno) aparece en su taza del Daily Planet. Lo prueba.
No.
No es una buena idea.
Un regusto picante, un sabor a barro primigenio, una repugnante caída al jugo que deja el calzoncillo de un gladiador tras un duro día de sajar gaznates.

A las ocho menos cuarto sale de casa y va para la librería a por un par de cosas que se dejó el sábado. Es un día raro en Igualada al ser festivo local y el librero se pregunta cómo afectará eso al día. ¿Habrá más gente? ¿Menos? Entra en la librería, encuentra lo que iba buscando y se va para la plaza de Cal Font donde a las ocho ha quedado para montar la parada de libros con los compañeros. De camino hacia allí unas gotas caen en su cara. No es lluvia, piensa. Alguien me está escupiendo u orinando encima, no es agua de lluvia.
Pero no, llueve.
El destino no se muestra compasivo y nadie se está meando en la cara del librero. 
Llueve.
Me cago en la lech...
Y ya sabemos cómo acaba esto.

¿Qué quite los plásticos porque no puedes ver bien los libros? 
Es que se mojan y se pueden estrope... ya, que eso no te importa que los libros no son tuyos.

Llega a la plaza al mismo tiempo que la furgoneta y el resto de los compañeros. Un chirimiri asqueroso que solo molesta. Miran al cielo con esperanza. Que escampe, que escampe. El jefe abre la furgoneta y segundo drama.
La furgoneta que le han dado en la agencia de alquiler no cierra bien y se ha colado agua.
Algunas de las cajas están empapadas.
Y esto es una pesadilla.
Cajas que se deshacen en las manos al alzarlas.
Libros mojados de páginas hinchadas.
Un apocalipsis libresco que hace que el cese de la lluvia y los primeros compases de un sol tímido pasen a segundo plano.
Respiran y ya se verá qué se hace. Ahora hay que aprovechar que no llueve para montar a toda prisa la parada. Caballetes, maderas, telas y a abrir cajas. Libros, muchos libros, más libros. Y a pelear por poner todos los ejemplares que han traído (algo más de tres mil) en la parada. Los libros mojados se dejan a parte y mejor no pensar ellos.

Poco antes de las diez, fin.


Un momento de calma donde todo está colocadito y ordenado antes de que empiece el caos.

Primeros clientes, primeras ventas, primeras recomendaciones que es con variaciones como irá pasando el día. La lluvia se convierte en algo lejano que no vuelve en todo el día y el sol aparece para hacer de esta diada algo memorable.

En el jardín del ogro, Les pompes del diable, El club dels mentiders, La sombra del zorro, Claus i Lucas, La passió, La voz de Amunet, Sonríe, Hambre, Mama Bruce... Algunos hacen caso, otros, no. Entre medias conversaciones y saludar a los conocidos y amigos que se acercan a la parada. El dilectisimo máster de La partida del lunes, siempre atractivo, sabio, reposado y ¿he dicho atractivo? hace su tradicional saludo por la mañana. Preguntas y peticiones. Aquel recomendado en un suplemento cultural, aquel otro libro descatalogado que el típico listo que habla con esdrújulas en la radio recomienda con entusiasmo. Un libro para mi novio, dame algo histórico pero que no sea verdad, algo para alguien que no lee que sea sencillito como Vila Matas, ¿tenéis uno que oí en la radio hace un par de semanas sobre una mujer, o escrito por una mujer, sobre alguien que mata a otro o se muere o pasa algo así? Dame el libro de Killian Jornet Corre hasta que mueras. ¿Dónde puedo encontrar algún libro de náutica en francés?


Grupos de adolescentes que se emocionan ante los libros, los cogen con reverencia entre las manos y acarician la portada mientras valoran si lo compran o no. Como me explican, si compran el libro ese fin de semana no pueden salir por ahí. O una cosa u otra, dicen sus padres. Por suerte no todos son así y algunas muchachas cargan con lo que será lectura para... hago una estimación... dos semanas de lectura. Las conozco. Devoran. Ya han saqueado la biblioteca municipal y las bibliotecas de sus amigas y necesitan más. Chavales que buscan novelas de terror, "pero si pregunta mi madre le dices que es de aventuras, ¿vale?". Y clientes de toda la vida que confían ciegamente en lo que les recomiendo porque nunca les he fallado. Estas cosas animan al librero y le recuerdan porque este trabajo es de los mejores del mundo.


Dos abuelas se enzarzan en una discusión a gritos sobre si Carles Pugidemont es guapo o no. Se percibe que no es la primera vez que debaten tan espinoso tema y lo que empezó por un comentario inocente sobre la portada de un libro acaba en terreno más personal. El librero no quiere imaginar lo que deben ser las meriendas de los miércoles por la tarde. Carles Puigdemont convertido en objeto de deseo / desprecio por un grupo de abuelas igualadinas donde en medio de chocolates calientes con melindros y café con leche descafeinado de máquina se desmenuza sus virtudes físicas y dónde se sitúa en la escala de follabilidad (que según una fuente cercana es cero).

Abuelas ninja que en momentos de descuido afanan libros y los pierden en los portales dimensionales que son sus bolsos. Son rápidas, son escurridizas y siempre tienen una excusa preparada en la boca. Y si las pillas juegan la baza de "somos mayores y no nos enteramos y...".

La típica banda de abuelas mangantes de todos los años.
¿Sus principales víctimas? Lo que sea.

Desde primera hora de la mañana el caos se adueña de la sección infantil. Toda la civilización y el cuidado que se muestra en el resto de la parada, cuando se llega a la parte de los libros de tela o cartón desaparece y da la sensación de dejan libre el animal que llevamos dentro.


Libros tirados de cualquier manera, manoseados, destrozados... padres que dejan a los críos que se suban revuelvan los libros sin control ni cuidado. El librero sabe que no todos son así y lo ve, pero los que lo son hacen mucho ruido. ¿Por qué? ¿Tan difícil es dejar un libro donde lo has encontrado? ¿O existe una fuerza mágica que te hace pillar un libro de Agus i els monstres y dejarlo con los libro de cartón solo por qué sí? ¿O jugar a lanzarse los libros?

La plaza se llena y lo de todos los años. El librero es el pivote y motor de la parada y el que se sabe dónde están todos los libros que hay. Sin ordenador ni nada. A memoria pura. Y los compañeros o apoyos del día se abalanzan sobre él para preguntar dónde está tal libro, tal título medio aproximado o si hay algo de ese autor.

A partir del mediodía las teles y radios ya han dicho cuál es el libro más vendido y muchos se lanzan a la calle a buscar ese título en concreto sin importar de qué va, quién es el autor o si les puede gustar. Como me dijo uno, si lo compra tanta gente tiene que ser bueno y no me voy a quedar sin él. Y lo vendo, mucho. Y es un libro mediocre, desaprovechado, desangelado y bastante aburrido. Y que ese sea lo más vendido es triste. Al librero cada año le dan ganas de leerse los más vendidos, pero tanta mediocridad le puede. Tanto libro bueno que se publica y que acaba sepultado por una absurda lista y las maquinarias de la publicidad. ¿Dónde queda el criterio y la curiosidad?

Llega A. a las cinco de la tarde y llena la plaza de belleza y glamour. Como siempre se adueña de la sección infantil para poner orden y conquistar a los niños con sus sonrisas, preguntas y entusiasmo cuando pilla en sus manos una novela juvenil o un álbum ilustrado que le entusiasman. Ella disfruta horrores de este día

El día pasa y el cansancio se nota en los pies y en la baja espalda. Cuando dan las nueve a recoger. Quien no haya comprado el libro para entonces no se lo merece. Libros a las cajas, cajas a la furgo y furgo a la librería. A las diez de la noche hemos acabado. Han sido catorce horas intensas, duras, agotadoras y recorfontantes. Todo el trabajo que empezó en enero para hoy y que se estirará hasta finales de mayo cuando hagamos las últimas devoluciones.

Y para casa con paso tranquilo y con la seguridad que tardará en dormirse a pesar del cansancio. Así que a ver una película de Fu Manchú.


El librero siempre ha tenido una debilidad por los megalómanos pulp con ansias de conquistar el mundo por medio de un absurdo plan.

Es lo que quiere ser el librero cuando sea mayor.

Otro Sant Jordi a la espalda. Y ya van...

4 comentarios:

  1. ¡Qué paciencia tenéis los libreros! Menos mal que al menos salió el sol.

    Vaya con las señoras, aunque casi mejor ese debate que los que hemos visto estos días por la tele.

    Nunca entenderé a la gente que compra el libro más vendido porque sí. Bueno, miento, sí los entiendo: son como los pseudoaficionados al fútbol que solo ven el Barça-Madrid. De todo tiene que haber...

    Me ha encantado la crónica :).

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  2. Ahora me he quedado con la curiosidad... ¿cuál fue el más vendido? xD

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  3. En mi defensa: traje un té de verdad, (nada de jengibre con naranja), y no se lo bebió usted por no parar unos segundos. Le demostré mi devoción con un taper de canelones calientes y los descartó por un bocadillo que se puede comer usando una sola mano y de pie.
    No se concedió usted ni un minuto a su persona.
    Por suerte, desde hace tres años, existe alguien capaz de detener el tiempo en Sant Jordi y acaparar la atención, la sonrisa y el abrazo del librero más maravilloso de Cal Font.
    Y sin Tardis ni Giratiempos.

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  4. Oye, quiero un libro con portada roja. Es como de este tamaño. *la señora me hace un gesto con las manos* es de estos *señala la colección infantil del FCE, SON TODOS DEL MISMO TAMAÑO*
    Oye, quiero un libro que en la portada tiene un niño verde.
    Oye, quiero un libro de terror pero que no de miedo.
    Siempre me da risa como la gente pide los libros.

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