Sobre la película Muchachas de uniforme

Estoy teniendo un profundo e intenso romance con el cine de los años treinta. Más en concreto con el de los primeros cinco años; una década que por x motivos no había acabado de profundizar y que ahora estoy explorando con pasión y cariño. Intento no caer en la comodidad de ver sólo cine americano (es el más fácil de encontrar) y busco en otros países qué se hacía; entre ellos la Alemania de entreguerras recuperándose de los horrores de la Primera Guerra Mundial y con la sombra del nazismo cerniéndose.

Y me topo con una película que me ha entusiasmado. Muchachas de uniforme (Mädchen in uniform, 1931) de Leontine Sagan.


Manuela llega como alumna a un internado donde creen que pasar hambre o frío fortalece el carácter, donde hijas de soldados son educadas para convertirse en futuras madres de soldados y donde prevalece un ambiente gris, duro y rígido como las estatuas que rodean el colegio. Allí hará amigas, intentará rebelarse contra las duras normas y se enamorará de su profesora, la señoria von Bemburg.

El torpe resumen argumental que he hecho no hace justicia a este bellísimo melodrama. Rodado en 1931 fue un gran éxito internacional no exento de polémica en su estreno en algunos países; en Estados Unidos, por ejemplo, debido a su contenido lésbico estuvo a punto de no poder estrenarse y fue la intervención de Eleanor Roosvelt lo que ayudo a que al fin viera la luz.

La película suele considerarse como la primera de temática abiertamente lésbica; no con insinuaciones o como un juego erótico desde una perspectiva masculina, si no como motor de la historia y si caer en moralinas o enjuiciamientos. El amor que siente Manuela por su profesora (o los otros amores que hay entre las alumnas ya sean correspondidos o no, las miradas y caricias hablan por si solas) no es visto como algo malo, sucio, si no como algo hermoso y natural que permite a alguien tan sensible como Manuela expresarse y vivir en un ambiente cerrado como el internado.


Pero ese ambiente rígido, prusiano, del internado no puede evitar las ansias de vivir de las alumnas. La pasión adolescente consigue romper por momentos el rígido ambiente en el que viven ya sea con bromas, fantaseando con actores o mirando revistas prohibidas en el centro. La amistad entre las alumnas, el amor, los pequeños celos, las travesuras...


Naturalmente la sensibilidad de Manuela hace que el drama estalle y... hasta aquí explico.

La película es absolutamente brillante. Leontine Sagan consigue un ritmo sostenido, una composición de escenas magistral (el encuentro de Manuelas con sus futuras amigas en las escaleras, la redacción de la carta, la alegría que impera en el vestuario, el paseo final de la directora) y unas buenas interpretaciones de un elenco completamente femenino (las únicas figuras masculinas son las sombras de la estatuas en los contados segundos en los que la cámara sale del internado).


Hay dos momentos en particular, uno es el momento en el que las alumnas interpretan Don Carlo. Toda esta larga escena, desde los nerviosos ensayos antes de la actuación hasta la fiesta final donde se precipita la tragedia es un perfecto ejemplo de composición, ritmo e interpretación.


Y la famosa escena del beso. von Bemburg da a cada alumna un beso en la frente de buenas noches. Es algo que todas ellas esperan con devoción porque es el único momento en el internado que reciben algo de amor. Cuando llega a Manuela, von Bemburg le da un beso en la boca.


Delicado, sutil, elegante...

Por películas como ésta amo el cine de los años treinta.
Y quedaré como un viejo cascarrabias, pero poco cine de hoy en día me parece tan interesante.

2 comentarios:

  1. Apuntadísma para verla querido Jorge. Me ha encantado leerte.

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    1. Impresionante y recomendadísima.
      Espero que si la ves te guste.

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